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Saga completa de Dune (6 libros) de Frank Herbert
Hijos de Dune, Capítulo 10 (Audiolibro)

Hijos de Dune, Capítulo 10 (Audiolibro) 161k4d

25/5/2025 · 13:20
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Saga completa de Dune (6 libros) de Frank Herbert

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Hijos de Dune es el tercer libro en la saga de Dune escrita por Frank Herbert en 1976. El libro que le precede en la saga es El Mesías de Dune, y el que le sigue es Dios Emperador de Dune. ~ Nueve años después de la muerte de Chani, del final de la conspiración contra los Fremen, y de que el Emperador Paul Atreides, Muad'dib, ciego y solo, caminara hacia el desierto siguiendo la tradición fremen que aseguraba una muerte rápida, Alia, hermana de Paul y con poderes prescientes similares a los de su hermano, se ha casado con el ghola de Duncan Idaho y se sienta en el trono de Arrakis como Regente Imperial, así como tutora y guardiana de los gemelos nacidos en el momento de morir Chani: Leto y Ghanima. ~ 1h651h

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Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.

O abandonamosla por largo tiempo a la vada teoría de la relatividad, o tendremos que dejar de creer que podemos seguir comprometiéndonos en predicciones fiables del futuro.

Realmente, el conocimiento del futuro levanta una gran cantidad de preguntas que no pueden ser respondidas a la luz de las convenciones habituales.

A menos que proyectemos en primer lugar a un observador fuera del tiempo, y en segundo lugar anulemos cualquier movimiento.

Si aceptamos la teoría de la relatividad, resulta evidente que el tiempo y el observador deben permanecer inmóviles el uno con relación al otro, o se producen interferencias.

Esto parecería querer decir que es imposible emprender una predicción del futuro fiable.

¿Cómo entonces podemos explicar la continua búsqueda de esa meta visionaria por parte de repudados científicos? ¿Y cómo entonces podemos explicar a MOACTI? Dissertaciones sobre la presencia, por Har Kalata.

«Debo decirte algo», dijo Jessica.

«Aunque sé que mis palabras van a recordarte muchas experiencias de nuestro mutuo pasado, y van a ponerte en una situación de peligro».

Hizo una pausa para observar cuál era la reacción de Ganima.

Estaban sentadas solas, tan solo ellas dos sobre blandos almohadones en una de las estancias del C.H. TARP.

Aquella entrevista había requerido considerable habilidad, y Jessica no estaba del todo segura de que hubiera sido ella sola la que había movido los hilos necesarios.

Ganima parecía haberse anticipado cada uno de sus movimientos.

Hacía aproximadamente dos horas que había amanecido, y la excitación de los saludos de bienvenida y todos los encuentros con viejos conocidos habían pasado.

Jessica obligó a su pulso a adoptar un ritmo normal, y enfocó su atención en la estancia de paredes de roca llena de oscuros tapices y almohadones amarillos.

Para alejar las tensiones acumuladas, se descubrió a sí misma recitando mentalmente la letanía contra el miedo del ritual VENI GESERIT.

No debo tener miedo. El miedo mata la mente.

El miedo es la pequeña muerte que conduce a la destrucción total.

Afrontaré mi miedo. Permitiré que pase sobre mí y a través de mí.

Y cuando haya pasado, giraré mi ojo interior para escrutar su camino.

Allá donde haya pasado el miedo ya no habrá nada. Solo estaré yo.

Pronunció en silencio la letanía, e inspiró profunda y calmadamente.

A veces ayuda, dijo Ganima. La letanía, quiero decir.

Jessica cerró los ojos para ocultar la impresión que le había producido aquella profunda penetración.

Había transcurrido mucho tiempo desde que alguien había sido capaz de leer tan íntimamente en su interior.

La realización de tal hecho era desconcertante, sobre todo teniendo en cuenta que aquel sorprendente intelecto se ocultaba tras una máscara infantil.

De todos modos, haciendo frente a su miedo, Jessica abrió sus ojos y supo la fuente de su agitación.

Temo por mis nietos.

Ninguno de aquellos niños evidenciaba el estigma de la abominación que ostentaba Alya, aunque Leto mostraba señales de ocultar algo aterrador.

Aquella era precisamente la razón de que lo hubiera excluido hábilmente de su entrevista.

Con un impulso, Jessica dejó a un lado su inherente máscara emocional, sabiendo lo poco que le serviría alzar barreras a la comunicación.

Nunca desde aquellos maravillosos momentos al lado de su duque había bajado aquellas barreras, y la acción le produjo a la vez alivio y dolor.

Existían hechos que ninguna plegaria o letanía podían borrar de la existencia.

Huir no dejaría aquellos hechos a sus espaldas.

No podían ser ignorados.

Algunos elementos de las visiones de Paul se habían ido ordenando, y el tiempo les había dado forma ahora en sus hijos.

Eran como un imán en el vacío, y el mal y todos los más tristes frutos del poder se racimaban a su alrededor.

Ganima, captando el complejo juego de emociones que desfilaban a través del rostro de su abuela, se maravilló de que Jessica hubiera relajado de aquel modo sus controles.

Con un movimiento notablemente sincronizado de sus cabezas, ambas se giraron, sus ojos se encontraron, y se quedaron mirándose a lo más profundo, probándose mutuamente.

Sin pronunciar palabra, sus pensamientos se cruzaron.

«Me doy cuenta de que puedes ver mi miedo», pensó Jessica.

«Ahora sé que me quieres», pensó Ganima.

Fue un fugaz momento de mutua confianza.

Luego Jessica dijo, «Cuando tu padre era tan solo un muchacho, hice venir a la reverenda Madre Caladan para probarlo».

Ganima sintió. Su recuerdo de aquello era tremendamente vívido.

«Nosotras las Ben & Jesseride hemos tomado muchas precauciones para asegurarnos de que los hijos que educábamos fueran humanos y no animales.

Una no puede guiarse nunca por las apariencias exteriores.

Esta es la forma como habéis sido adiestradas», dijo Ganima.

Y el recuerdo creció en su mente.

Aquella vieja Ben & Jesseride, Gaius Elemoian, había acudido a Castel Caladan con su venenoso gong yabar y su caja de ardiente dolor.

La mano de Paul, la propia mano de Ganima en sus recuerdos,

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