
Descripción de Hijos de Dune, Capítulo 14 (Audiolibro) 315373
Hijos de Dune es el tercer libro en la saga de Dune escrita por Frank Herbert en 1976. El libro que le precede en la saga es El Mesías de Dune, y el que le sigue es Dios Emperador de Dune. ~ Nueve años después de la muerte de Chani, del final de la conspiración contra los Fremen, y de que el Emperador Paul Atreides, Muad'dib, ciego y solo, caminara hacia el desierto siguiendo la tradición fremen que aseguraba una muerte rápida, Alia, hermana de Paul y con poderes prescientes similares a los de su hermano, se ha casado con el ghola de Duncan Idaho y se sienta en el trono de Arrakis como Regente Imperial, así como tutora y guardiana de los gemelos nacidos en el momento de morir Chani: Leto y Ghanima. ~ 1h651h
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Esta fue la realización de Moagdi.
Vio la reserva subliminal de cada individuo como un inconsciente banco de memorias que llegaba hasta las células primordiales de nuestra génesis común.
Cada uno de nosotros, dijo, puede medirse en razón de su distancia de este origen común.
Viendo esto y aceptándolo, dio el audaz paso de la decisión.
Moagdi tomó sobre sí mismo la tarea de integrar la memoria genética en la evaluación actual.
De este modo rasgó los velos del tiempo, haciendo una sola cosa del futuro y del pasado.
Esta fue la creación de Moagdi, encarnada en su hijo y en su hija.
Testamento de Rakis, por Harg Aladda.
Faradun avanzaba a grandes zancadas por el amurallado jardín del palacio real de su abuelo.
Observando como su sombra se hacía más corta a medida que el sol de esa luz a secundus ascendía hacia el zenith.
Tenía que esforzarse y acelerar el paso para mantenerse a la altura del alto bashar que lo escoltaba.
Tengo dudas, Teikani.
Dijo, oh, no puedo negar el atractivo que tiene un trono, pero...
Inspiro profundamente. Tengo tantos otros intereses.
Teikani, recién salido de una violenta discusión con la madre de Faradun, miró de reojo al príncipe.
Notando como la carne del muchacho se afirmaba a medida que se aproximaba su decimoctavo cumpleaños.
Cada vez había menos y menos de huensicia en él a cada día que pasaba.
Además del viejo Shadan, que siempre había preferido sus aficiones privadas a las responsabilidades del reino.
Y aquello había sido lo que finalmente le había costado el trono.
Por supuesto, se había ablandado demasiado en el mando.
Debéis tomar vuestra elección, dijo Teikani.
Oh, sin duda necesitaréis tiempo para alguno de vuestros intereses, pero...
Faradun se mordió el labio inferior.
El deber lo mantenía allí, pero se sentía frustrado.
Hubiera preferido con mucho estar en aquel enclave rocoso donde se realizaban experimentos con la trucha de arena.
Aquel era un proyecto de enorme alcance.
Arrancar a los Atreides el monopolio de la especie.
A partir de ello, cualquier cosa podía suceder.
¿Estás seguro de que esos gemelos van a ser... eliminados? Nada es absolutamente seguro, mi príncipe.
Pero las perspectivas son buenas.
Faradun salsó de hombros.
El asesinato era un hecho común en la vida real.
El lenguaje estaba repleto de sutiles variantes de la forma en que podían ser eliminados los personajes importantes.
Con una simple palabra, uno podía distinguir entre el veneno de la bebida y el veneno de la comida.
Presumía que la eliminación de los gemelos Atreides sería realizada a través de un veneno.
No era un pensamiento agradable.
Según lo que se decía, los gemelos eran una pareja excepcionalmente interesante.
¿Tendremos que trasladarnos a Rakis? Preguntó Faradun.
La mejor elección es siempre hallarse personalmente en el lugar donde la presión es mayor.
Faradun daba la impresión de estar evitando una pregunta muy concreta.
Y Teikanik se preguntó cuál podría ser.
Estoy preocupado, Teikanik.
Dijo Faradun mientras repasaban un seto que formaba un recodo.
Y se acercaban a una fuente rodeada de gigantescas rosas negras.
Se podía oír el ruido de los jardineros trabajando tras los macizos.
¿Sí? Invitó Teikanik.
Esta...
Religión que profesas...
No hay nada extraño en ello, mi príncipe.
Dijo Teikanik.
Y rogó por que su voz siguiera firme.
Esta religión le habla al guerrero que hay en mí.
Es una religión apropiada para un Sardaukar.
Esto al menos era cierto.
Sí...
Pero mi madre parece muy complacida con ello.
Maldita huencicia.
Pensó Teikanik.
Ha hecho que sospechara.
Lo que tu madre piense no tiene importancia.
La religión de un hombre es un asunto estrictamente suyo.
Quizás ella ve algo en la misma que pueda ayudarte a acceder al trono.
Eso es lo que yo pienso.
Dijo Faradun.
Oh...
He aquí un muchacho agudo.
Pensó Teikanik.
Estudiar la religión por vos mismo.
Dijo.
Veréis inmediatamente porque yo la he elegido.
De todos modos...
Vi las doctrinas de Mogdi.
Después de todo él era un atreidis.
Solo puedo deciros que los caminos de Dios son misteriosos.
Dijo Teikanik.
Lo sé.
Dime Teik.
¿Por qué me has pedido que viniera a pasear aquí contigo? Casi es mediodía.
Y normalmente a esa hora tú estás fuera cumpliendo algún encargo de mi madre.
Teikanik se detuvo al lado de un banco de piedra.
Junto a la fuente y a las osas gigantescas que la flanqueaban.
El rumor del agua lo calmaba.
Y concentró toda su atención antes de hablar.
Mi príncipe.
He hecho algo que a lo mejor no le gustará a vuestra madre.
Y pensó.
Si cree esto...
Su maldita maquinación funcionará.
Casi deseaba que el plan de Huencicia fallase.
Traer hasta aquí a ese condenado predicador.
Ese estúpido.
Y el costo.
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