Trending Misterio
iVoox
Descargar app Subir
iVoox Podcast & radio
Descargar app gratis
Saga completa de Dune (6 libros) de Frank Herbert
Hijos de Dune, Capítulo 13 (Audiolibro)

Hijos de Dune, Capítulo 13 (Audiolibro) 2i1x5l

29/5/2025 · 32:02
0
9
Saga completa de Dune (6 libros) de Frank Herbert

Descripción de Hijos de Dune, Capítulo 13 (Audiolibro) 24154h

Hijos de Dune es el tercer libro en la saga de Dune escrita por Frank Herbert en 1976. El libro que le precede en la saga es El Mesías de Dune, y el que le sigue es Dios Emperador de Dune. ~ Nueve años después de la muerte de Chani, del final de la conspiración contra los Fremen, y de que el Emperador Paul Atreides, Muad'dib, ciego y solo, caminara hacia el desierto siguiendo la tradición fremen que aseguraba una muerte rápida, Alia, hermana de Paul y con poderes prescientes similares a los de su hermano, se ha casado con el ghola de Duncan Idaho y se sienta en el trono de Arrakis como Regente Imperial, así como tutora y guardiana de los gemelos nacidos en el momento de morir Chani: Leto y Ghanima. ~ 1h651h

Lee el podcast de Hijos de Dune, Capítulo 13 (Audiolibro)

Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.

Un hombre sofisticado puede volverse primitivo, lo cual significa en realidad que la vida de ese hombre cambia por completo.

Cambian los viejos valores, que empiezan a ligarse más estrechamente con el paisaje, con sus plantas y animales.

Esta nueva existencia requiere un cuidadoso conocimiento de esos múltiples y entrecruzados acontecimientos habitualmente llamados naturaleza.

Requiere una medida de respeto hacia el poder de inercia de tales sistemas naturales.

Cuando un ser humano consigue este conocimiento y respeto, se dice que se está volviendo primitivo.

Lo contrario, por supuesto, es igualmente cierto.

El primitivo puede volverse sofisticado, pero no sin aceptar terribles daños psicológicos.

¿Cómo podemos estar seguros? Preguntó Ganima.

Es muy peligroso. Ya lo hemos probado antes, argumentó Leto.

No podría ser lo mismo esta vez. Y si, es el único camino que tenemos abierto.

Interrumpió Leto.

¿Tú has aceptado que no podemos seguir el camino de la especie? Ganima suspiró.

No le gustaba aquel continuo entrecruzar de palabras, pero sabía la necesidad que empujaba a su hermano.

Y sabía también la temible fuente de su propia reluctancia.

Bastaba mirar a alguien para saber los peligros de aquel mundo interior.

¿Y bien? Preguntó Leto.

Ella suspiró de nuevo.

Estaban sentados con las piernas cruzadas en uno de sus lugares privados.

Una hendidura que se abría desde la caverna hasta lo alto del macizo.

Un lugar donde su madre y su padre habían contemplado a menudo el sol surgir sobre el bled.

Habían pasado dos horas desde la comida vespertina.

Un tiempo en el que se suponía que los gemelos debían ejercitar sus cuerpos y sus mentes.

Habían elegido ejercitar sus mentes.

Lo intentaré yo solo si tú te niegas a ayudarme, dijo Leto.

Ganima miró hacia abajo.

Hacia las manchas de oscuridad de los sellos de humedad que cerraban todas las aberturas.

Leto siguió mirando a lo lejos.

Al desierto.

Llevaba un cierto tiempo hablando en una lengua tan antigua que ni siquiera su nombre era ya recordado en estos tiempos.

Aquel lenguaje proporcionaba a sus pensamientos una intimidad que ningún otro ser humano podía penetrar.

Incluso Alya, pese a la intrincada textura de su mundo interior, no poseía los eslámones mentales necesarios.

Y tan solo conseguía captar alguna palabra ocasional.

Leto inhaló profundamente, identificando el distintivo olor lanudo de toda caverna Siege Fremen, que persistía incluso en su propia alcoba donde no soplaba el viento.

El murmurante rumor del siege y su húmedo calor estaban ausentes allí, y ambos se sentían aliviados por ello.

—ito que necesitamos una guía, dijo Ganima.

Pero si nosotros, Gani, necesitamos algo más que una guía.

Necesitamos protección.

—Quizá no exista ninguna protección.

Miró directamente a su hermano, y vio en sus ojos una mirada parecida a la de un predador al acecho de su presa.

Sus ojos desmentían la placidez de sus rasgos.

—Debemos escapar de la posesión, dijo Leto.

Usó el infinitivo especial del antiguo lenguaje, una forma estrictamente neutra en su voz y tono, pero profundamente activa en sus implicaciones.

Ganima interpretó correctamente su razonamiento.

—Entonó.

La captura de mi alma es la captura de mil almas.

—Mucho más que eso, opuso él.

Y conociendo los peligros, persistes.

Era una afirmación, no una pregunta.

—Dijo él, ascendiéndote levas.

Consideraba su elección como una obvia necesidad.

itió aquello. Era mejor hacerlo activamente.

Debía enrollar el pasado en el presente y permitir que ello lo proyectara su futuro.

Murillat aceptó ella con voz muy baja.

—Hay que hacerlo con amor.

Por supuesto, agitó él una mano, subrayando su total aceptación.

—Y decidiremos entre los dos, como hicieron nuestros padres.

Ganima permaneció silenciosa intentando tragar el nudo que se había formado en su garganta.

Instintivamente miró hacia el sur, en dirección al gran guerra ilimitado, mostrando su gris diseño de dunas a la luz del atardecer.

En aquella dirección había partido su padre en su última caminata por el desierto.

Leto miró hacia abajo, más allá del límite del risco, hacia el verdor del oasis del Sietch.

Allí todo estaba ya en penumbras, pero conocía todas sus formas y colores, macizos de cobre, oro, rojo, amarillo, herrumbre y vermellón, extendiéndose hasta las rocas que marcaban el final de las plantaciones irrigadas por el Kanat.

Más allá de las rocas se extendió una franja de putrefacta vegetación silvestre arraquena, muerta por las plantas foráneas y el exceso de agua que ahora formaba una barrera contra el desierto.

—Estoy lista, —dijo Ganima al cabo de un instante.

—Podemos empezar.

Comentarios de Hijos de Dune, Capítulo 13 (Audiolibro) vx6m

Este programa no acepta comentarios anónimos. ¡Regístrate para comentar!
Te recomendamos
Ir a Arte y literatura