Estrés, metabolismo y relación con la comida: cómo sanar la raíz y recuperar tu equilibrio 1t2q1v

¡Hola, bonita! Hoy quiero regalarte un momento para entender un poquito más cómo funciona nuestro cuerpo, nuestras emociones y nuestra mente, y cómo todo esto está profundamente conectado. Hoy te invito a explorar juntas un tema que puede estar afectando a tu bienestar mucho más de lo que imaginas, y este es el estrés. Pero no cualquier estrés, sino ese estrés que tiene que ver con cómo comemos, con cómo nos sentimos con nuestro cuerpo y cómo todo esto impacta directamente en nuestro metabolismo y en nuestro cuerpo.

Hoy vamos a caminar despacio, con calma, por varios temas, y vamos a hablar de ciencia, de emociones, de hambre real y de hambre emocional, de cómo el cuerpo responde al estrés incluso cuando creemos que estamos haciendo todo bien. Y sobre todo vamos a hablar de cómo podemos dejar de vivir en guerra con la comida y con nuestro cuerpo y empezar a construir una relación mucho más saludable, compasiva y sostenible. Vamos a hacerlo en bloques, tomándonos el tiempo de entender cada parte con profundidad y con calma. Así que vamos allá.

El primer bloque responde a la pregunta de qué pasa en tu cuerpo cuando hay estrés crónico. Para poder comprender todo lo que ocurre después, primero necesitamos entender qué pasa en nuestro cuerpo cuando vivimos bajo un estrés constante. Ese estrés puede venir de muchas fuentes. Puede venir del trabajo, de la situación económica, los problemas en relaciones, traumas no procesados y también, y del que más hablaremos hoy, el estrés de querer bajar de peso, el estrés de luchar cada día con nuestra imagen corporal o con la comida. Cuando tu cuerpo percibe una amenaza sostenida, activa un sistema llamado el eje hipotálamo hipofisis adrenal.

Es un sistema diseñado para protegerte. Su función es movilizar recursos para enfrentar un peligro. Y la hormona estrella de esta respuesta es el cortisol. Ahora bien, el cortisol en sí no es malo. Su función es vital. Nos prepara para reaccionar ante un peligro. El problema aparece cuando ese peligro no se va. Cuando vivimos con la amenaza constante, aunque sea una amenaza psicológica. Porque en ese caso, el cortisol permanece elevado de manera crónica. Y entonces empiezan a aparecer cambios importantes en nuestro cuerpo. ¿Qué tipo de cambios? Se los voy a contar paso a paso.

El primer cambio que podemos encontrar es un aumento en el apetito. Pero no es que tu cuerpo te pida una ensalada o algo verde fruta. El cuerpo, bajo el estrés crónico, busca alimentos altamente energéticos. Altamente en azúcares, grasas o comidas reconfortantes. Lo segundo que puede pasar es que se altera la comunicación hormonal que regula el hambre y la saciedad.

La leptina, que es la hormona que le dice a tu cerebro ya hemos comido suficiente, empieza a funcionar peor ante un estrés crónico. El cuerpo desarrolla resistencia a la leptina. Es decir, aunque tenga suficiente energía, tu cerebro no recibe el mensaje de saciedad. Y entonces sigue sintiendo hambre. Y además, bajo estrés crónico, aumentan los niveles de grelina, que es la hormona que estimula el hambre. Así que no solo tu saciedad baja, sino que tu hambre sube.

Lo tercero que puede pasar es que el cortisol promueve el almacenamiento de grasa. Y no de cualquier grasa, especialmente de grasa visceral, que es la que se acumula en la zona abdominal. El famoso vientre por estrés tiene un fundamento biológico y real. El cuarto punto que quiero mencionar es que el metabolismo se ralentiza cuando estamos sometidos a un estrés crónico.

Cuando el cuerpo percibe peligro constante, entra en modo ahorro de energía. Así que reduce el gasto metabólico, disminuye la producción de hormonas tiroideas y trata de conservar todas las calorías para sobrevivir. Y el quinto punto es que se alteran otros sistemas como la tiroides, reduciendo aún más la capacidad de quemar energía. Así que en resumen, vivir bajo estrés crónico genera más hambre, menos saciedad, más almacenamiento de grasa y menos gasto de energía.

Todo un cóctel perfecto para el aumento de peso, incluso cuando desde fuera parece que estamos haciendo todo bien. Y todo esto, repito, no es falta de fuerza a voluntad, es simplemente el cuerpo funcionando tal y como fue diseñado para sobrevivir a un peligro.

Y ahora vamos con el bloque 2 y vamos a hablar de qué pasa cuando el enemigo es nuestra mente, cuando no tenemos una buena imagen corporal y sentimos culpa al comer y entramos en ese ciclo de la restricción. Así que ahora quiero que nos detenamos juntas a mirar algo que muchas veces no vemos. Algo que no siempre es evidente, pero que tiene un impacto enorme en nuestro cuerpo y en nuestra mente.

Y quiero preguntarte, ¿alguna vez has sentido que aunque comas bien, aunque hagas lo correcto, algo entre ti sigue en guerra? ¿Una parte que no se siente en paz con tu cuerpo ni con la comida nunca? Esa guerra interna, ese constante mirar nuestro cuerpo con exigencia, compararlo, juzgarlo… Eso también es un tipo de estrés. Es un estrés silencioso, pero igualmente es