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NO TE QUEDARÁS ATRÁS
T4.22. Reflexiones personales

T4.22. Reflexiones personales 122m16

7/5/2025 · 10:16
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NO TE QUEDARÁS ATRÁS

Descripción de T4.22. Reflexiones personales 5l6m1k

Esta semana reflexiono sobre lo qué ocurrió con las personas con discapacidad durante el apagón. El gran apagón dejó a millones sin luz, pero a algunos también sin opciones: personas con discapacidad, dependientes, familias enteras atrapadas en la incertidumbre. Sin protocolos claros, sin asistencia garantizada. Porque una sociedad que no protege a los más vulnerables no está preparada ni siquiera para encender la luz. *Me podéis seguir en: -Web: https://lolaariasramiro.com / https://www.notequedarasatras.com/ -Instagram: @lola_arias_ramiro y @notequedarasatras -Linkedin: https://www.linkedin.com/in/lolaariasramiro -YouTube:https://www.youtube.com/@notequedarásatrás 5zc5e

Lee el podcast de T4.22. Reflexiones personales

Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.

Hola, me llamo Lola Arias y hoy, como cualquier otro día, no nos quedaremos atrás.

Muy buenos días, tardes o noches a quienes me estáis escuchando.

La actualidad es caprichosa y más aún efímera.

Un titular sustituye al anterior a velocidad de vértigo, y lo que ayer fue historia hoy ya es anécdota.

Pero a veces la realidad insiste y nos sacude fuerte.

La tormenta Filomena, la pandemia, un volcán en erupción, una dana y ahora un apagón histórico que dejó a millones de personas sin luz en la península ibérica.

Una península ibérica que, dicho sea de paso, arrastró consigo a Portugal, mientras Francia se desconectaba de nosotros, como quien cierra la puerta al grito de sálvese quien pueda.

Una reacción lógica, sí, pero también reveladora.

Porque si algo estamos aprendiendo o creyendo aprender en estos últimos años es a vivir en la excepción, a movernos siempre en la cuerda floja de lo extraordinario, como si lo normal ya no existiera, como si eso fuera normal.

Lo más llamativo del apagón fue lo que vino justo después, cuando la electricidad regresó y con ella la conexión.

Entonces las redes sociales se llenaron de historias.

Mi vecina subió siete pisos a oscuras para ayudarme.

Nos fuimos a la plaza a cantar.

Mis hijos dejaron el móvil y jugamos al parchís.

Hubo quien lo vivió como una pequeña revolución doméstica, como una postal de tiempos sencillos.

Las imágenes que circularon eran alegres, incluso tiernas.

Las terrazas llenas, gente brindando, carcajadas bajo farolas que aún no funcionaban.

Y sí, claro que hubo civismo.

Claro que es bonito ver cómo en lo peor sacamos lo mejor.

Pero también hay algo tramposo en esas primeras imágenes.

Porque en esa postal idílica no caben los cientos de personas atrapadas en ascensores.

Ni los miles encerrados en túneles de metro o en trenes parados en mitad de la nada.

Ni las personas que dependen de dispositivos eléctricos para respirar, para comer, para vivir.

Personas para quienes un apagón no es una anécdota, sino un riesgo real, un peligro, una amenaza directa.

Yo, lo primero que hice fue salir a buscar a mi marido y a mis hijos.

Cruzar una ciudad colapsada por el tráfico.

Porque la prioridad era una sola, reunirnos, estar juntos, volver a casa.

Una vez allí, pasamos al siguiente paso, casi instintivo, lo básico.

Asegurarnos de tener agua, cruzar los dedos para que la comida del congelador aguantara y convertir la radio con la que mis hijos juegan al karaoke en nuestra única ventana al mundo.

Nada épico, solo supervivencia.

Instinto puro.

Y sí, tuve suerte, mucha.

Mi familia estaba bien y localizada.

Pero no dejo de pensar en todas las familias que no pudieron decir lo mismo.

Las que no sabían si su familiar con discapacidad estaba solo, si podría comunicarse, si sabría qué hacer.

Me pregunto si alguien pensó en ellas mientras los informativos hablaban del gran ejemplo ciudadano o de lo bien que llevamos los españoles las situaciones límite.

Una vez más, las personas con discapacidad, ya sea física o intelectual, y las personas dependientes, fueron olvidadas.

No aparecían en los discursos ni en las imágenes virales, no son parte del relato.

Pero la realidad es también esa y no hay plan B para ellas.

No hay protocolo claro, ni asistencia inmediata.

Y cuando los medios por fin se hacen eco de esas historias, ya es tarde, ya no estamos en portada, ya hemos pasado al siguiente titular.

Seguimos sin aprender.

Han muerto personas durante el apagón.

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