El síndrome de Teseo. (Cuando la mente es un laberinto) 4r6m10

Todo comienza con una historia antigua. Una historia de monstruos, de pasadizos confusos y de decisiones en soledad. En la mitología griega Teseo era un joven héroe ateniense que se ofreció voluntariamente a enfrentarse a un destino terrible. Entrar en el laberinto del Minotauro. Un lugar oscuro y confuso del que nadie ha salido jamás. Cada año, Atenas debía entregar a Creta un tributo humano.

Siete chicos y siete chicas eran enviados al laberinto para ser devorados por el monstruo, pero Teseo, movido por el valor y también por el peso de la responsabilidad, decide acabar con esa condena. Entra en el laberinto con la esperanza de derrotar al Minotauro y liberar a su pueblo. Sólo lleva consigo una espada y un hilo entregado por Ariadna que le permitirá no perderse en su camino de regreso.

El laberinto siempre ha sido una metáfora del entramado mental en el que muchas personas quedan atrapadas cuando comienzan a percibir el mundo a través de lentes distorsionadas. El maustro que habita en su interior no siempre ruge con fuerza, a veces susurra y a veces les convence. Hoy vamos a hablar de lo que denomino la triada o el síndrome de Teseo, que está detrás de muchos de los trastornos de ansiedad que tengo que ver en consulta.

Estas personas entran en laberintos particulares que se sumergen en un laberinto precisamente de distorsiones. ¿Qué podemos hacer para tomar mejor perspectiva y ser más consciente de ellas? ¿Cómo podemos fabricar ese hilo de Ariadna para que nos guíe por los laberintos? Pues quédate con nosotros y te lo contamos.

Seguro que no puedes evitar al observar las nubes en el cielo encontrar parecidos razonables con caras, mapas de países o formas varias. Este efecto, no sé si sabes cómo se llama, se llama pareidolia. Es el mismo que te hace buscar figuras ocultas en las paredes del goteleo o el que nos ha hecho fabricar las constelaciones que brillan en la noche. Hace miles de años nuestros ancestros se enfrentaban a diario con los retos de la vida en la naturaleza.

La habilidad para detectar rápidamente el rostro de un depredador era esencial para su supervivencia. Incluso hoy, nuestro cerebro sigue siendo extremadamente sensible a cualquier estímulo que se parezca, aunque sea vagamente, a una amenaza conocida. Así, con solo unas pocas líneas, un juego de luces y sombras o un sonido específico, es con eso por lo menos nuestro cerebro puede activar una alerta inmediata.

Este mecanismo nos ha ayudado a sobrevivir en un mundo lleno de peligros naturales, demostrando la increíble capacidad de adaptación y de respuesta rápida de nuestros sentidos. Así que nuestro cerebro está programado para encontrar sentido a lo que nos rodea, y para ello trata de buscar patrones, patrones que se repitan y nos permitan hacer más predecible el entorno.

Similar a este fenómeno biológico, los modelos de lenguaje artificial como CHART-GTP operan bajo principios análogos. CHART-GTP, desarrollado por OpenAI, aprende al final de vastas cantidades de texto para poder generar respuestas que puedan parecer lógicas y coherentes.

Esto es similar a cómo los humanos a veces rellenan vacíos en su entendimiento con suposiciones o inferencias para dar coherencia a la información incompleta o ambigua. En un mundo en el que la velocidad de reacción va a marcar la diferencia, el uso de heurísticos o de atajos se ha convertido en una rutina necesaria para la supervivencia.

Estos heurísticos resultan necesarios para dar una respuesta rápida ante un asunto que puede ser urgente. Como producto de esta búsqueda de sentidos se pueden producir las llamadas distorsiones cognitivas, que en realidad son fallos en la estructura lógica del pensamiento. Estos errores pueden llevarnos a interpretar la realidad de manera errónea, afectando nuestras decisiones y nuestras emociones.

La miopía, la hipermetropía o el astigmatismo son distorsiones visuales que se corrigen con unas lentes adecuadas. Nuestro cerebro también tiene sus formas distorsionadas de entender la realidad. Al fin y al cabo, estos patrones de pensamiento rígidos y estructurados pueden llevarnos a creer, o pueden hacernos o simular, hacernos entender que estamos viviendo una realidad real.