Trending Misterio
iVoox
Descargar app Subir
iVoox Podcast & radio
Descargar app gratis
Saga completa de Dune (6 libros) de Frank Herbert
Hijos de Dune, Capítulo 5 (Audiolibro)

Hijos de Dune, Capítulo 5 (Audiolibro) e3v1y

20/5/2025 · 19:50
0
10
Saga completa de Dune (6 libros) de Frank Herbert

Descripción de Hijos de Dune, Capítulo 5 (Audiolibro) 5u5cf

Hijos de Dune es el tercer libro en la saga de Dune escrita por Frank Herbert en 1976. El libro que le precede en la saga es El Mesías de Dune, y el que le sigue es Dios Emperador de Dune. ~ Nueve años después de la muerte de Chani, del final de la conspiración contra los Fremen, y de que el Emperador Paul Atreides, Muad'dib, ciego y solo, caminara hacia el desierto siguiendo la tradición fremen que aseguraba una muerte rápida, Alia, hermana de Paul y con poderes prescientes similares a los de su hermano, se ha casado con el ghola de Duncan Idaho y se sienta en el trono de Arrakis como Regente Imperial, así como tutora y guardiana de los gemelos nacidos en el momento de morir Chani: Leto y Ghanima. ~ 1h651h

Lee el podcast de Hijos de Dune, Capítulo 5 (Audiolibro)

Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.

El Fremen debe retornar a su fe original, a su genio en formar comunidades humanas.

Debe retornar al pasado, de donde aprendió esa lección de supervivencia en su lucha con Arrakis.

La única preocupación del Fremen debe ser el abrir su alma a las enseñanzas internas.

Los mundos del imperio, el Landsraad y la confederación de la Kholm, no tienen ningún mensaje que ofrecerle.

Lo único que pueden hacer es robárselo de su alma.

El predicador en Arrakén.

Todo en torno a Dama Jéssica, hasta los confines que se perdían en la grisácea llanura del campo de aterrizaje donde se había posado su transporte, hormigaba con un océano de humanidad.

Estimó que habría allí como medio millón de personas, y probablemente tan solo un tercio de ellos serían peregrinos.

Permanecían sumidos en un terrible silencio, con toda su atención centrada en la plataforma de salida del transporte, cuyas sombras la ocultaban a ella y a su séquito.

Todavía faltaban dos horas para el mediodía, pero el aire por encima de aquella multitud reflejaba un impalpable polvo que era una promesa de un día caluroso.

Jéssica tocó sus rojizos cabellos moteados de plata, que marcaban su ovalado rostro bajo la capucha de reverenda madre.

Sabía que su aspecto no era el mejor tras aquel largo viaje, y el negro de la haba no era su color preferido.

Pero otras veces, antes, había llevado aquel mismo hábito aquí.

El significado de la haba no se habría perdido para los Fremen.

Suspiró. Detestaba los viajes espaciales.

Y en esta ocasión había además la pesada carga de los recuerdos.

Aquel otro viaje desde Caladan a Arrakis, cuando su duque se había visto obligado a aceptar aquel feudo contra su voluntad.

Lentamente, utilizando su habilidad proporcionada por el adiestramiento venigesseri de detectar las más insignificantes minucias, rastreó aquel mar de gente.

Había capuchas gris opaco de destiltrajes, ropas características de los Fremen del desierto profundo.

Había peregrinos vestidos de blanco con marcas de penitencia en sus hombros.

Había esparcidos algunos ricos comerciantes, con la cabeza descubierta y vistiendo ropas ligeras que evidenciaban su desdén por la pérdida de agua en el seco aire de Arrakén.

Y había también la delegación de la sociedad de los creyentes, vestidos de verde y cubiertos con pesadas capuchas, manteniéndose aparte de los demás, rodeados por la santidad de su propio grupo.

Solo cuando apartó sus ojos de la multitud, la escena adquirió una similitud con aquella otra que la había recibido a su llegada al lado de su querido duque.

¿Cuánto tiempo hacía de ello? ¿Más de veinte años? Siempre se negaba a pensar en cuántos latidos había dado su corazón desde entonces.

El tiempo yacía en su interior como un peso muerto, y parecía como si los años que había pasado alejada de aquel planeta no hubieran existido nunca.

Estoy de nuevo en la boca del dragón, pensó.

Allá en aquella llanura, su hijo le había arrebatado el imperio al difunto Shadan IV.

Una convulsión de la historia había impreso aquel lugar en las mentes y creencias de los hombres.

Oyó inquietarse a su séquito tras ella, y suspiró de nuevo. Estaban esperando a Alya, que se retrasaba.

Finalmente, el séquito de Alya fue visible a lo lejos aproximándose desde un ángulo del gentío, creando un oleaje humano a medida que la Guardia Real se abría paso.

Jessica contempló el paisaje una vez más. De repente aparecieron delante de sus ojos muchas diferencias.

A la torre de control del campo de aterrizaje le había sido añadido un balcón de plegarias.

Y visible a lo lejos, a la izquierda y más allá de la llanura, serguía la imponente mole de plástico y acero que Paul había edificado como su fortaleza.

Su siège sobre la arena era la mayor construcción individual que jamás hubiera sido edificada por mano humana.

Ciudades enteras hubieran podido ser alojadas en el interior de sus paredes. Hubiera sobrado espacio.

Ahora albergaba la más potente fuerza gubernamental del Imperio, la Sociedad de los Creyentes de Alya, que ésta había erigido literalmente sobre el cuerpo de su hermano.

Este lugar debe desaparecer, pensó Jessica.

La delegación de Alya había alcanzado el pie de la rampa de salida y permanecía allí expectante.

Jessica reconoció las angulosas facciones de Stilgar.

Y Dios nos guarde, allí estaba la princesa Irulan, ocultando su crueldad en aquel cuerpo seductor cuyos dorados cabellos flotaban a los caprichos del viento.

Irulan parecía no haber envejecido ni un solo día. Era una ofrenda.

Y allí, al extremo de la cuña, estaba Alya, sus rasgos imprudentemente jóvenes, sus ojos mirando fijamente la oscuridad de la escotilla.

La boca de Jessica se convirtió en una delgada línea mientras sus ojos esgrutaban el rostro de su hija.

Una repentina sensación pulsó a través del cuerpo de Jessica y sintió como si la mueriera.

Comentarios de Hijos de Dune, Capítulo 5 (Audiolibro) 4f4u7

Este programa no acepta comentarios anónimos. ¡Regístrate para comentar!
Te recomendamos
Ir a Arte y literatura