El Gurú del Gas Sarín: La Oscura Mente de Shoko Asahara 2cz6c

Tokio, 20 de marzo de 1995, en la hora pico. Miles de personas abarrotadas en los vagones del metro
preparándose para un día más de trabajo en la ciudad más segura del mundo. Pero esa mañana, algo inimaginable ocurrió.
Bolsas aparentemente inofensivas comenzaron a liberar una sustancia invisible y letal.
Gas Sarin, un arma química capaz de causar la muerte en segundos. En cuestión de minutos,
el caos apoderó de los túneles subterráneos.
13 personas murieron. Más de 6.000 resultaron heridas. Y Japón perdió algo más que vidas.
Perdió la sensación de invulnerabilidad que lo había definido.
Detrás de este ataque no estaba un ejército, ni un grupo terrorista internacional,
sino una secta religiosa liderada por un hombre que se creía un mesías,
Shoko Asahara, el fundador de Am Shinrikyo.
Prometía a sus seguidores salvación y poder espiritual,
pero los llevó al camino de la destrucción. Hoy vamos a explorar esta historia en profundidad.
¿Cómo un grupo que comenzó con clases de yoga y promesas de iluminación terminó acumulando armas químicas y planeando el apocalipsis?
¿Qué llevó a miles de personas a seguir ciegamente a un hombre que proclamaba que la única salvación era la muerte?
Prepárate, porque esta es una historia de fanatismo, poder y tragedia,
que nos demuestra el peligro de las ideologías extremas y cómo un líder carismático
puede llevar a sus seguidores a cometer los actos más atroces en su nombre.
Muy buenas, yo soy Lux y bienvenidos un día más a las profundidades de la verno de la locura.
Muchísimas gracias por todo el apoyo que me dais, de verdad, muchísimas muchísimas gracias por vuestros
corazoncitos, por vuestros likes, por vuestros comentarios, que me encantan.
Recordaros que también que tenéis la opción para fans en e-books por sólo 1,49€ al mes y que así podréis escuchar todos estos episodios
de forma anticipada. Y antes de empezar con el episodio
voy a pedir perdón porque casi todos los nombres están en japonés y mi pronunciación japonesa es un poco
horrorosa, pero no me enrollo más y sin más empecemos con el caso.
Shoko Asahara, el hombre que llevó el terror al corazón de Japón, no siempre fue un líder poderoso ni un mesías
autoproclamado. Su historia comienza en
1955 en Yatsushiro, un pequeño pueblo de la isla de Kishu, Japón. Nació como Chizuo Matsumoto,
el sexto de siete hijos en una familia pobre que fabricaba tatamis. Su infancia
estuvo marcada por dos cosas, la pobreza extrema y un glaucoma congénito que lo dejó
completamente ciego del ojo izquierdo y parcialmente invidente del derecho. Debido a su discapacidad
fue enviado a una escuela para ciegos, un lugar donde, lejos de ser marginado, se destacó, pero no por razones
positivas. Sus compañeros lo describían como un matón,
aprovechaba su fuerza física y su capacidad de visión parcial para dominar y abusar de los estudiantes más vulnerables.
Desde joven, Chizuo tenía una habilidad inquietante para manipular a los demás y un deseo insaciable de control.
Era carismático, sí, pero también despiadado. Al graduarse, Matsumoto decidió que su destino sería
grande. Dejó su pequeño pueblo con un sueño
ambicioso, convertirse en médico. Se trasladó a Tokio con la esperanza de ingresar a la universidad,
pero no logró superar el proceso de isión.
Este fracaso lo llenó de resentimiento hacia un sistema que percibía como injusto y que parecía cerrarle todas las puertas.
Entonces comenzó a buscar alternativas.
Primero se dedicó a vender remedios de hierbas tradicionales,
convencido de que este negocio le traería éxito, pero pronto fue arrestado por ejercer como
farmacéutico sin licencia, lo que resultó en una multa y otro golpe a su orgullo. Sin embargo, este revés no lo detuvo.
Fue durante este periodo de búsqueda y fracaso cuando descubrió el yoga y la meditación y las tradiciones espirituales
orientales. Y en este mundo encontró lo que parecía ser su verdadera vocación, no sólo buscar la iluminación,
sino liderar a otros hacia ella. Cambió su nombre a Shoko Asahara, un símbolo de su renacimiento
espiritual, y comenzó a construir su imagen como un maestro iluminado.
A medida que profundizaba en el yoga, el budismo y el hinduismo, empezó a mezclar estas prácticas con sus propias ideas,
formando una doctrina que prometía no sólo paz espiritual, sino también poder. Este era un mensaje atractivo,
especialmente para personas que, como él, se sentían marginadas o atrapadas en la rutina de la meditación.