Asertividad vs. agresividad: aprende a poner límites sin perder el control 5f5c4m

Fue David Caine, con un solo movimiento de brazos, la ajustada inclinación del costado, los pies bien arraigados a tierra firme y el impulso enfocado a un punto certero, derribó a Goliath el gigante, con pulso estable y atinado.

Hola, soy Laura Palomares, bienvenidos al segundo episodio de La lámpara de Sique, el podcast de avances psicólogos. Nos deslizamos hoy candil en mano para acercarnos a entender algo más sobre la comunicación, la asertividad y, más concretamente, a cómo es necesario usarla y responder con prontitud con quien nos agrede, sin gastar fuerzas inútilmente o, al menos, intentarlo.

A menudo nos encontramos ante situaciones tensas o violentas, de mayor o menor grado, en las que, sin entender muy bien por qué, topamos con personas que se empeñan en mostrarse autoritarios, impositivos, inflexibles, en ocasiones altivos e incluso despectivos.

Piensan ellos que, como Goliath, son más gigantes si de esta manera muestran su fuerza, sin añadir a esta receta ni un punto de bondad. Se equivocan y, lejos de mostrar autoridad, lo que expresan es agresividad. Cuando alguien trata de imponerse sin diálogo, alza la voz, hace aspavientos, grita o insulta, o en su manifestación más pasiva o encubierta, abusa del sarcasmo o la ironía, usa vaguedades para descalificarnos, medias verdades, chantaje emocional, silencios que te dejan en la incertidumbre, te hace el vacío, te está agrediendo.

Esto es algo que genera siempre mucho malestar. Sin embargo, tenemos la herramienta idónea, cual onda de David contra Goliath, para tratar de acertar a defendernos sin morir en el intento, ni agotarnos demasiado, la asertividad. Todas habréis oído hablar de la asertividad muchas veces. Es genial porque cuando la dominamos, nuestra autoestima y relación con los demás se vigoriza y mejora. La asertividad es la habilidad para expresar opiniones, emociones, necesidades, derechos y límites, sin agredir ni dañar al otro, y todos podemos desarrollarla.

Cuando nos relacionamos con los demás, son muchas las situaciones en las que tenemos que decir no, poner límites o mostrar desacuerdo. Para ello es necesario el reconocimiento de nuestras emociones y su correcta expresión, sin por ello violentar a los demás. Imagina una línea, y en un extremo, un estilo de comunicación, la sumisa, en la que el miedo a la desaprobación domina.

En el extremo opuesto nos encontramos con el estilo agresivo, donde impera la desconfianza y el miedo a parecer menos que el otro. En el centro, justo en el punto de equilibrio, es donde está la asertividad, y aunque es un arte y no siempre la alcanzamos, bien está si tratamos de aproximarnos a ella en lo posible. Con el tiempo y la práctica, el movimiento adecuado, el impulso justo y la concentración necesaria la manejaremos.

A menudo pensamos que confrontar o ser asertivos con alguien a quien tenemos que poner límites, puede generar un mayor conflicto o el rechazo de nuestro interlocutor, y así