Meditación, mucho más que relajarte 75h8

¿Alguna vez te has preguntado cómo la meditación puede ayudarnos a quedarnos con nosotros mismos y a mirar más allá de eso que nos molesta y nos incomoda? Te invito a que exploremos las cuatro cualidades esenciales de esta práctica de la meditación.

Y te anticipo cuáles son la firmeza, vernos con claridad.

Tercera, experimentar nuestra agitación emocional.

Y la cuarta, estar atentos al momento presente.

Vamos allá.

Tú decides cómo quieres ser.

Ya sabes que este es tu podcast de desarrollo personal.

Y estás escuchando a Mercedes Cobo, psicóloga creadora de Emocioteca.com.

¿En qué consiste la firmeza? Pues mira, en aprender a permanecer presentes, aunque surjan distracciones, nos dé aburrimiento o tengamos emociones intensas.

Practicar la firmeza significa no huir cuando algo nos duele, sino ver que estos impulsos son como los pensamientos y no juzgarlos ni reprimirlos.

Aunque a veces sintamos ganas de abandonar, la firmeza nos invita a seguir, a continuar cada día, aunque sea solo un poco, sin importar cómo nos sintamos o si creemos que lo hacemos bien o mal.

La clave está en recordar que no solo somos mente, también somos cuerpo.

Y al recordar esto con la respiración, desde la cabeza hasta los pies, sentimos las tensiones y aprendemos a relajarnos.

Este recorrido, este escáner por nuestro cuerpo, es importantísimo porque nos ancla en el presente.

Esta firmeza, no te confundas, no supone dureza, sino suavidad, incluso sentido del humor.

Es como entrenar a un perro con amabilidad.

Cuando surjan los nervios, las dudas o las molestias, en vez de regañarnos, podemos decirnos con cariño, sigue, sigue, continúa estando contigo mismo.

¿Lo ves? Vamos a la siguiente cualidad, vernos con claridad.

¿Esto qué quiere decir? Pues significa mirar lo que somos, realmente lo que somos, aunque nos duela.

Al principio puede parecer que la meditación nos pone más inquietos, más nerviosos, pero en realidad es porque empezamos a vernos con más honestidad y menos autoengaño.

Como dice Jacques Quiró, en el silencio no encontramos a Dios ni grandes revelaciones, sino a nosotros mismos, sin excusas ni distracciones.

Para que esta claridad no se convierta en un autoengaño que nos dañe, necesitamos paciencia y compasión.

Y así, poco a poco, vemos las barreras que hemos levantado para sentirnos seguros, ya sabes, el ego, y descubrimos cómo esas mismas barreras nos aíslan de los demás.

Y entonces, ahí surge un deseo de abrirnos, de derribar muros y respirar más libres.

La tercera cualidad supone experimentar con nuestra agitación emocional.

Este es el siguiente paso.

Mira, muchos usamos la meditación para alejarnos de emociones difíciles.

Las emociones no son solo pensamientos, también son energía viva.

Cuando etiquetamos los pensamientos como pensando durante la meditación, aprendemos a dejarlos ir, pero la energía que subyace no es mala.

Entonces, la meditación consiste en quedarnos ahí, con ella, con esa emoción, sentirla, sin reprimirla ni dejarnos arrastrar.

A veces, la vida nos sorprende y nos enseña a ir más allá de la rabia.