#3. 'La Otra Puerta' Las enfermedades mentales. 6s4b33

La Otra Puerta, con José Miguel Quílez.

Hola, ¿qué tal? Amigos de La Otra Puerta, bienvenidos.

Hoy abrimos La Otra Puerta a una pareja que nos muestra el camino de aquello que se está perdiendo en esta sociedad, la tenacidad, el esfuerzo y la confianza.

Hablamos de José Martínez y su pareja de viaje en la vida, Mila Carbonell.

José era, como cualquier joven de 26 años, una persona con pocos miedos.

Varios proyectos llenos de ilusión y muchas ganas de comerse el mundo para llegar lo más lejos posible.

Pero, a veces, las situaciones empiezan a complicarse y no nos damos cuenta de que, además de perder el control, estamos siendo arrastrados hacia un tortuoso camino que, por mucha ayuda que puedas recibir, eres el único que puedes superar.

Hablamos de las enfermedades mentales.

Fuimos compañeros de la infancia y, hasta hace unos pocos años, habíamos perdido el o.

En el reencuentro veo que estaba casado y tenía tres hijos preciosos.

Y, sin yo saber nada de esta historia, sentí estar frente a una familia muy unida y con una complicidad maravillosa.

Hoy podemos celebrar que aquellos nubarrones se fueron y que, poco a poco, ha vuelto a la nueva normalidad.

Mila y José, ¿cómo estáis? Buenas tardes, muy bien.

Bien. Pues quería pedir permiso a Mila para comenzar hablando con José.

Quisiera que me pusiera un poquito en situación, nos comente, hablar un poquito de su infancia, adolescencia, que, en principio, fue normal.

Sí, sí, fue normal.

Vale.

Queríamos comentar, ¿cuándo empezaste a vivir ese cambio, ese algo falla? Pues me pilló en trabajo.

O sea, yo trabajaba en un sitio que estaba bastante a gusto y, lógicamente, quería casarme con mi novia y buscar algo mejor.

Entré en el trabajo ese, al principio todo fue bastante bien, pero ya empecé a notar cosas raras.

Lógicamente, igual que en el libro, no voy a dar ni nombres, ni sitios, porque, a pesar de todo, valoro la privacidad de la gente y no quiero señalar a nadie.

Pero empecé en el trabajo, todo iba perfecto hasta que hubo cambios de dirección y la nueva dirección, pues, o bien no encajaba en su proyecto o me veía como un estorbo o como algo que no le cuadraba.

Quería rodearse de gente de confianza.

Y yo empecé a notarme desplazado y, poco a poco, empecé a tener menos ganas de ir a trabajar.

Notaba que me pesaba todo.

O sea, una angustia grande.

Empecé a levantarme y a pensar, otra vez tengo que ir allí.

Cuando antes iba a trabajar, con alegría, era joven, tenía ganas.

Y es donde yo empecé a notar que algo no iba bien.

Y eso fue en 2025.

¿2025? ¿25 años? 25 años.

25 años.

O sea, que hasta el momento, lo digo porque se busca siempre una causa del porqué, del principio de todo.

Pero, como bien comentas, con una infancia normal, una adolescencia también normal, siempre puede llegar ese día y ese momento en el que todo se tuerce.

Sí, correcto.

Y lo malo de todo esto es que no te das cuenta.

O sea, ¿quién te va a decir a ti que te va a pasar algo así? Entonces tú te sientes mal, notas que los días se hacen más largos, que luego no puedes dormir, pero no lo achacas a que tengas ningún trastorno, ningún problema mental.

Simplemente lo achacas a una mala racha o lo que sea.

Y es muchas veces el problema que tenemos.

Porque tú te pica la garganta y dices, voy al médico, me pica la garganta, puedo tener un virus o tener cualquier cosa.

Pero de la otra manera dices, bueno, no duermo, estoy cansado, pues será todo normal.

Y ese es uno de los primeros fallos, el no identificar que algo no va bien.

Simplemente vas a un psicólogo y te da unas pautas, si necesitas medicación te manda a un psiquiatra, si no las necesitas, pues nada, terapia.

Y a soltar lo que llevamos dentro, que muchas veces nos guardamos tantas cosas dentro que nosotros mismos nos vamos cargando en la mochila.

Llega un momento que igual que el cuerpo dice basta, la cabeza también dice basta.