La Terapia Electroconvulsiva #71 6v6z47

¿Te imaginas que te dijeran que la única manera de ayudarte es provocarte una convulsión eléctrica en el cerebro? Sin anestesia, atada a una camilla y sin saber si vas a despertar. Durante décadas eso no fue ciencia ficción, fue real. Se llamaba terapia electroconvulsiva o como se conocía entonces electroshock y aunque suena a película de terror lo más fuerte es esto. Hoy se sigue usando y funciona. Hoy queremos hablarte de lo que no suele contarse, de lo que fue esta técnica, de los errores, del estigma y también de lo que es ahora una herramienta clínica que bien usada podría incluso salvar vidas porque aunque su historia empieza mal no termina igual.

La terapia electroconvulsiva nació en 1938 en un contexto donde la salud mental se abordaba con métodos más parecidos a la contención que al tratamiento. No existían antidepresivos ni antipsicóticos y muchas personas eran ingresadas de por vida en hospitales psiquiátricos. La idea original surgió de la observación de que algunos pacientes epilépticos parecían estar más tranquilos después de una convulsión.

Así que por qué no provocar una convulsión para resetear el cerebro? Lo que empezó como una intuición clínica se convirtió en una técnica desbordada por el contexto. Se aplicaba sin anestesia, sin consentimiento y con una frecuencia brutal. Una sesión diaria durante semanas en pacientes que ni siquiera sabían qué les estaban haciendo.

La imagen del electroshock quedó grabada en la cultura popular. La terapia electroconvulsiva fue usada como una forma de castigo, de control y despersonalización. La medicina de entonces era profundamente paternalista. No se pedía permiso, no se explicaban los tratamientos, se aplicaban desde una lógica de autoridad total y absoluta. Y si eras mujer pobre o molesta tenías más papeletas. Además no existían protocolos de dosificación ni criterios clínicos claros. Se aplicaba en masa, a veces incluso para cuadros que hoy no consideraríamos patológicos.

Se usaba con mujeres consideradas histéricas, con personas con discapacidad, con pacientes con esquizofrenia, epilepsia, adicciones, conductas disidentes e incluso homosexualidad, que entonces desafortunadamente se patologizaba. Se aplicaba por motivos más sociales que clínicos. Y claro, obviamente aparecieron efectos secundarios de todo tipo, sobre todo pérdidas de memoria muy importantes, mucha confusión, obviamente trauma, muchísimo muchísimo miedo en estas personas. Era una técnica con potencial pero en manos de un sistema que no protegía a quien más lo necesitaba.

¿Y para qué se usaba antes realmente? Aunque se vendía como tratamiento, muchas veces la TEC se utilizaba con fines de control institucional. Se aplicaba en pacientes con conductas no normativas o que generaban incomodidad en contextos donde el consentimiento no existía y la voz del paciente no era escuchada.

Se convertía en una forma de silenciar el malestar, no de tratarlo. En lugar de preguntar qué necesitaba esa persona, la medicina preguntaba cómo la hacemos más manejable. Básicamente para que no les diera problemas en muchos casos. Y ahí pues esta terapia fue una respuesta funcional pero absolutamente inhumana.

Pero lo que fue un instrumento de control hoy es en algunos casos una vía de esperanza. Hoy sí hay alternativas pero hay cosas, hay casos más bien en los que nada más funciona. Depresiones mayores resistentes al tratamiento farmacológico, especialmente con síntomas psicóticos, riesgo de suicidio inminente, catatonías severas, episodios maníacos graves refractarios. Casos donde esperar semanas no es viable. Y ahí esta técnica puede ser la diferencia entre la vida y la muerte.

Actualmente se recomienda a personas con depresión grave, con fracaso de al menos varias líneas de tratamiento. Es lo que decía José también con personas con catatonía, un trastorno bipolar con síntomas muy severos y algunas psicosis que son muy muy resistentes. Entonces en principio sí es verdad que no es un tratamiento de primera línea pero cuando la primera y la segunda línea ha fallado es una alternativa que hoy se contempla y ya veremos que se da en algunos hospitales. Siempre obviamente con valoración individual y obviamente con consentimiento.

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