T02:E14 El Asesino del Baño de Ácido :: John George Haigh 4e5sd

Londres, años 40, la guerra ha terminado y mientras la ciudad intenta reconstruirse, un hombre impecablemente vestido recorre los hoteles más exclusivos con una sonrisa de caballero y la astucia de un depredador.

John George Hyde es encantador, culto, sofisticado, pero tras esa máscara de cortesía se esconde un asesino metódico, un químico del crimen, un hombre que creyó haber encontrado la fórmula perfecta para matar y desaparecer sin dejar rastro. El 18 de febrero de 1949 la señora Leif, una mujer de 69 años llena de ilusiones, acudió a una cita que cambiaría su destino para siempre.

Frente a ella John George, un hombre educado, amable y aparentemente interesado en financiar su pequeño negocio de uñas postizas, sin sospechar el horror que la guardaba. Leif cruzó el umbral de su casa sin saber que jamás volvería a salir con vida. Con una falsa sonrisa Hyde la guió hasta su almacén. Mientras ella examinaba el lugar él sacó un arma, sin previo aviso, se puso detrás de ella y la disparó en la cabeza.

Pero no se detuvo ahí, con una macabra precisión tomó un cuchillo y le cortó el cuello, dejando que su sangre fluyera hasta llenar un vaso del cual bebió con un placer escalofriante. Su plan estaba meticulosamente trazado, despojó el cadáver de sus objetos de valor y lo introdujo en un bidón lleno de ácido sulfúrico, una técnica que ya había perfeccionado con víctimas anteriores. Después del asesinato, con la tranquilidad de quien ha completado una tarea cotidiana, se sirvió una taza de té.

Dos días después el cuerpo de Oliv sólo quedaba un trozo de grasa y un hueso flotando en el bidón. El resto, convertido en una espesa pasta, fue desechado sin remordimientos en un cobertizo. Este no era un asesino cualquiera, con el engaño como arma y la avaricia como motor, había convertido el ácido en su firma, disolviendo no sólo los cuerpos sino también cualquier rastro de humanidad en su alma.

Su nombre era John George Heye, pero la prensa lo inmortalizó con el título macabro El asesino del baño de ácido. Un hombre que creyó haber encontrado la fórmula perfecta para el crimen, porque después de todo, sin cuerpo no hay asesinato, ¿o sí? Hoy no sumergimos en la mente de este asesino que convirtió la química en su mejor aliada y dejó una marca indeleble en la historia criminal británica. Descubriremos su origen, sus motivaciones y cómo su confianza excesiva lo llevó a un final tan inesperado como macabro.

Creía ser intocable, un genio del crimen, un alquimista moderno que convertía cuerpos en nada, pero olvidó un pequeño detalle. La ambición siempre deja huellas.

Soy Silvia Black y esto es La cara del mal. El 24 de julio de 1909 nació un hombre que pasaría la historia no sólo como un asesino en serie, sino como un maestro del engaño y la crueldad. John George Heye, conocido como el asesino del baño de ácido, confesó haber matado a nueve personas, aunque sólo se le condenó por seis.

Su modo soperandi era escalofriante, atraía a sus víctimas con falsas promesas, las ejecutaba sin piedad y luego disolvía sus cuerpos en ácido sulfúrico para hacerlas desaparecer. Su frialdad era tal que tras cada asesinato falsificaba documentos y firmas para quedarse con sus bienes, acumulando una fortuna mientras la justicia ignoraba su rastro letal.

La historia de Heye no comenzó con crímenes, sino con una infancia marcada por el aislamiento y la religión extrema. Criado en un hogar y rodeado de prohibiciones, su padre, un severo hombre, insistía en que el mundo exterior era malo y aseguraba que él mismo llevaba una marca azul en la frente como castigo divino por sus pecados. John creció con el miedo constante de ser manchado convencido