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RESET, Un curso de milagros práctico
Reset, Un curso de Milagros práctico, lección 158

Reset, Un curso de Milagros práctico, lección 158 1p3l4

20/5/2025 · 06:41
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RESET, Un curso de milagros práctico

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Lectura de los ejercicios propuestos en el libro Un Curso de Milagros. Es un complemento a la formación RESET, Un Curso De Milagros práctico, y cada dia te propongo una lección. Espero que te sirva. 5s3573

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Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.

Lección 158 de un curso de milagros. Hoy aprendo a dar como recibo. ¿Qué se te ha dado? Se te ha dado el conocimiento de que eres una mente, de que te encuentras en una mente y de que no eres sino mente, por siempre libre de pecado y totalmente exento de miedo al haber sido creado del amor.

No has abandonado tu fuente, por lo tanto sigues siendo tal como fuiste creado. Esto se te dio en forma de un conocimiento que no puedes perder. Este conocimiento se le dio a sí mismo a todos los seres vivos, pues sólo mediante él viven. Has recibido todo esto. No hay nadie en este mundo que no lo haya recibido. No es éste el conocimiento que tú transmites, pues es el conocimiento que la creación otorgó.

No es algo que se pueda aprender. ¿Qué es entonces lo que vas a aprender a dar hoy? Nuestra lección de ayer evocó un tema que se expone al principio del texto. La experiencia, a diferencia de la visión, no puede compartirse de manera directa. La revelación de que el padre y el hijo son uno, alboreará en toda mente a su debido tiempo. Sin embargo, ese momento lo determina la mente misma, pues es algo que no se puede enseñar. Ese momento ya ha sido fijado.

Esto parece ser bastante arbitrario. No obstante, no hay nadie que dé ni un solo paso al azar a lo largo del camino. Ya lo dio, aunque todavía no haya emprendido la jornada, pues el tiempo tan sólo da la impresión de que se mueve en una sola dirección. No hacemos sino emprender una jornada que ya terminó. No obstante, parece como si tuviera un futuro que todavía nos es desconocido.

El tiempo es un truco, un juego de manos, una gigantesca ilusión en la que las figuras parecen ir y venir como por arte de magia. No obstante, tras las apariencias hay un plan que no cambia. El guión ya está escrito. El momento en el que ha de llegar la experiencia que pone fin a todas tus dudas ya se ha fijado, pues la jornada sólo se puede ver desde el punto donde terminó, desde donde podemos mirar hacia atrás e imaginarnos que la emprendemos otra vez y repasar mentalmente lo que sucedió.

Un maestro no puede dar su experiencia, pues no es algo que haya aprendido. Esta se reveló a sí misma en el momento señalado. La visión, no obstante, es su regalo. Esto él lo puede dar directamente, pues el conocimiento de Cristo no se ha perdido, toda vez que él tiene una visión que puede otorgar a cualquiera que la pida. La voluntad del Padre y la suya están unidas en el conocimiento.

No obstante, hay una visión que el Espíritu Santo ve, porque la mente de Cristo la contempla también.

Ahí el mundo de las dudas y de las sombras se une a lo intangible. He aquí un lugar tranquilo en el mundo que ha sido santificado por el perdón y el amor. Ahí se reconcilian todas las contradicciones, pues ahí termina la jornada. La experiencia, que no se puede aprender, enseñar o ver, simplemente se encuentra ahí. Esto es algo que está más allá de nuestro objetivo, pues trasciende lo que es necesario lograr. Lo que nos interesa es la visión de Cristo, y esto lo podemos alcanzar. La visión de Cristo está regida por una sola ley. No ve el cuerpo ni lo confunde con el Hijo que Dios creó.

Contempla una luz que se encuentra más allá del cuerpo, una idea que yace más allá de lo que se puede palpar, una pureza que no se ve menoscabada por errores, por lamentables equivocaciones o por alteraciones o por aterradores pensamientos de culpabilidad nacidos de los sueños de pecado. No ve separación alguna y contempla a todo el mundo en toda circunstancia, evento o suceso, sin que la luz que ve se atenúe en lo más mínimo.

Esto se puede enseñar, y todo aquel que quiera alcanzarlo debe enseñarlo. Lo único que es necesario es el reconocimiento de que el mundo no puede dar nada cuyo valor pueda ni remotamente compararse con esto, ni fijar un objetivo que sencillamente no desaparezca una vez que esto se haya percibido. Y esto es lo que vas a dar hoy, no ver a nadie como un cuerpo, y saludar a todo el mundo como el Hijo de Dios que es, reconociendo que es uno con todo.

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