Nueve cadáveres británicos 4d5y59

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Silencio. Se habla.

Una hora semanal dedicada al espectáculo y dirigida por nuestros cómicos y autores a la imaginación de los oyentes.

A partir de este momento...

Nueve cadáveres británicos.

Guión radiofónico escrito y dirigido por Joaquín Amichatis.

Hacía ya algunas semanas que Gregorio Kuch sufría una depresión nerviosa.

Posiblemente todo comenzó con aquel estúpido asunto de Navratilova.

Navratilova era una yegua de tres años por quien Gregorio Kuch apostó dos mil libras por teléfono a la agencia Ípica y envió el dinero el mismo viernes por la noche.

Siempre hacía lo mismo.

Apostaba a última hora cuando recibía el soplo de un ganador sorpresa y remitía el valor de la apuesta con el motorista que la enviaba a la agencia.

El caso fue que el sábado Navratilova ganó la quinta carrera y pagó 16 por 1.

Gregorio Kuch sufrió un leve desfallecimiento al comprobar que su apuesta se había convertido en un premio de 32.000 libras.

Llamó cuando recuperó la calma a la agencia Ípica.

Sí, sí, le repito que Orejas de Oro ganó la séptima y que Madame Butterfly en la tercera fue descalificada.

Escúchame un momento, por favor.

Soy Gregorio Kuch.

Kuch, Kuch, Gregorio Kuch.

Ah, dígame, señor Kuch.

Chestertown no corrió en la octava y...

Aposté ayer en la noche dos mil libras a Navratilova.

Demonios.

Nadie habría apostado un penique a esa yegua muerta de hambre.

¿Dos mil dices? Sí.

¿Cuánto va a salirme aproximadamente? Un momento, que el ordenador está trabajando.

Aquí está.

Navratilova paga 16 por 1.

Dos mil libras darían una cantidad de 31.600 libras con 54 peniques.

Bonita cantidad, señor Kuch.

Lástima que usted no cobrará ni un solo penique.

¿Qué dice usted? En la pantalla del ordenador figura su nombre jugando dos mil libras al caballo de la quinta carrera Larva Simova.

No, no.

Navratilova.

Larva Simova.

Y Larva Simova llegó último en esa carrera.

Ha habido un error por parte de ustedes.

Yo les dije claramente que jugaba a Navratilova.

Lo siento mucho.

Compruebe su recibo de la apuesta que le llevó el motorista y cualquier reclamación, hágala a Central Hípica, Desterhall 56128.

Gracias, señor Kuch.

No pudo hacer nada.

En el ticket de la apuesta figuraba el caballo Larva Simova y su dinero se había esfumado irremisiblemente.

Por culpa de un sordo.

Un sordo que confundió el nombre de Navratilova con el de Larva Simova.

¿Y qué piensas hacer? ¿Qué pienso hacer? ¿Qué pienso hacer? Eso me lo tienes que decir tú, Igor Sibelius.

Tú que me recomendaste esa agencia hípica como la más seria y eficiente.

Y tiene un receptor de apuestas sordo.

Habrá sido Prascovio el que te tomó la apuesta por teléfono.

No es que sea sordo, pero sí es un poco despistado.

Treinta y dos mil libras que he perdido con ese rinoceronte.

Prascovio es una buena persona.

Es un tipo de baja estatura, ¿sabes? Mide algo así como un metro cincuenta.

Pues ese asqueroso enano me las va a pagar algún día.

Lo que me preocupa ahora, Sibelius, es la deuda bancaria que arrastro hace unos meses.

Está aumentando con los intereses y las postergaciones.

La última vez me dijiste que estabas debiendo unas seis mil libras.

¿Cuánto debes ahora? Pues no lo sé.

Mucho dinero, Sibelius, mucho.

No pierdas la calma y confía en mí.

Tú sabes que siempre he sido tu mejor consejero comercial.

El estado anímico de Gregorio Kuch no mejoró en las semanas siguientes.