
Descripción de El astrólogo fingido 176011
Don Juan ha servido durante algún tiempo a doña María, de quien está enamorado. Tras los rechazos de la mujer, decide partir a las guerras de Flandes pero en el momento de la despedida, doña María confiesa corresponder su amor. El galán se queda en Madrid escondido en casa de un amigo pero Don Diego, otro pretendiente de doña María, también conoce el secreto de la pareja. Para no revelar por qué sabe el paradero de Don Juan, se hará pasar por un famoso astrólogo. Enredos y confusiones nos llevarán a un amor final. Obra original de Pedro Calderón de la Barca. Guion adaptado de Emilia Escribá. Interpretado por: Rosa María Alfonso, Pilar Quintana, Luis Alonso Carrasco, José María del Río, Rafael Naranjo, María Isabel Martín, Pablo Jiménez, José Antonio Ferrer y Carolina Tak. 60a6t
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Silencio, se habla.
Una hora semanal dedicada al espectáculo y dirigida por nuestros cómicos y autores a la imaginación de los oyentes.
A partir de este momento, fieles a nuestro compromiso con este programa, una vez al trimestre, les ofrecemos una comedia clásica. Hoy le ha tocado el turno en nuestra selección a El astrólogo fingido, de Calderón de la Barca, en una versión para la radio de Emilia Escribá. Dirección, Aurora Vicente.
Don Juan de Medrano pide licencia para besarte las manos. Y viene a hablarte antes de irse. ¿Quién lo impide? Con licencia me atreví a entrar donde perdiendo estando soles. Señor Don Juan, ¿espuelas y plumas? Sí, que no me bastó llevar espuelas para correr, y así hubo menester las plumas para volar. Que quien ausentarse intenta del sol, bien es que presumas que ha de valerse de plumas.
¿Qué mandáis? Escucha atenta. Si a quien se ausenta o se muere licencia se le permite de hablar por ausente y muerto. Licencia, Don Juan te pide. Muerto porque vive ausente de ti. Ausente porque vive muerto en tu gracia. Que juntas en mí vida y muerte asisten. En fin, por última vez, quede a hablarte y has de oírme. Mis libertades perdona y mis disculpas ite. Que te quise habrá dos años. Desde que te vi te quise. Turbado te retraté mis ansias, mi amor te dije. Y tú, cruel a mis palabras, fríamente respondiste que jamás volviera a verte.
Sentencia y rigor terribles. Y pues que al fin es en vano que un desdichado porfíe contra su estrella. Que es bien que te obedezca y me prive de verte, pues tú lo quieres. Porque en mis desdichas mires al extremo de obediencia que llega un amor firme. Mañana, Flandes, me parto a servir al rey Felipe que el cielo mil años guarde. Donde mi valor imite de mis nobles ascendientes tantas victorias e insignes. Guárdete, Dios, que yo al cielo le pido que apenas pise de Flandes la tierra. Cuando la primera bala que tire el enemigo me acierte y así mis duelos terminen.
Con esto, señora, adiós. Licencia pido para irme.
Don Juan, espera, detente. Mientras procuro romper las prisiones de un secreto que tanto tiempo guardé. Pero es tanta la vergüenza que tengo que al parecer un lazo mi lengua oprime. Temo y dudo.
¿Mas por qué dudo y temo si al fin somos el secreto y yo mujer? ¡Ay de mí! Que no sé cómo empiece a hablarte. No sé cómo decir que te quise, don Juan, desde el día que el que engañada tu billete entre mis manos tomé.
No fue el alma tan ingrata como pudo parecer. Mas ya que rompí el silencio, como palabra me des como noble, que ni amigo ni criado ha de saber de nuestro amor, para hablarnos ocasiones buscaré. Si es que la partida tuya puedes, don Juan, suspender. Tus labios me dan la vida, cuanto me ordenes haré. Será única secretaria de este amor, Beatriz, de quien fío como de mí misma, porque su prudencia sé. Déjame que agradecido el alma ponga tus pies. ¿Juras, don Juan, el secreto de nuestro amor mantener? Adiós plegue que con este acero que al lado ves y en cuya cruz pongo ahora la mano.
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