EXPEDIENTE EXPRESS #8: Joe Ball | La Leyenda del Hombre Caimán 5x513z

Estás escuchando los Expedientes Express de Investigadictos, con Nacho Jiménez.

El Mendorf no es más que una mota de polvo en el mapa de Texas, un punto casi imperceptible entre las vastas extensiones del sur de San Antonio. En los años 30 no llega siquiera a los 600 habitantes y aún a día de hoy, sigue siendo un rincón remoto con poco más de mil personas en el que el linaje, la historia de una familia, importa incluso más que la riqueza.

En este escenario de caminos polvorientos y viejos ranchos, hay un apellido que destaca sobre todos los demás.

Ball Frank Ball es un hombre que sabe moverse con el viento. La fortuna de su familia gira en torno al negocio del algodón, un asunto que como ya sabéis tiene sus luces y sus sombras.

Cuando la gran depresión arrasa con las finanzas de todos sus vecinos, él ve una oportunidad. Compra sus tierras a precios irrisorios, se aprieta un poco el cinturón y amplía su imperio mientras que los demás ahorran para las vacas flacas, el papel moneda se desploma y en consecuencia acaban perdiendo hasta la camisa.

Su instinto lo mantiene a flote y su apellido poco a poco termina convirtiéndose en el más notable de todo el Mendorff.

De sus ocho hijos, casi todos terminan ocupando posiciones clave en la comunidad.

Hay un Ball en la junta escolar, otro en la alcaldía, uno a cargo de la oficina de correos e incluso otro más al frente de la iglesia del pueblo.

Y sin embargo, ninguno de ellos es tan célebre como Joe Ball.

Joe es un hombre grande, de carácter explosivo, con un magnetismo digamos que peculiar con las mujeres. Cuando estalla la primera guerra mundial es el primero de toda la región en alistarse.

Regresa al país en plena ley seca. Ese periodo en el que fabricar, transportar o vender alcohol se convierte en un delito federal.

Para la mayoría de los vecinos esto es un suplicio, una condena. Para Joe, sin embargo, que tiene la sangre de su padre corriendo por las venas, se trata de una oportunidad de negocio única. No tarda en convertirse en uno de los contrabandistas más gordos de toda la zona.

Se pasa los años 20 recorriendo Texas con un barril de whisky casero en la parte trasera de su camión, vendiéndolo al mejor postor. Haciendo, como os podréis imaginar, una verdadera fortuna.

Su reputación crece y crece con cada botella que vende y cada pelea en la que se mete, que no son pocas. Se le conoce por ser un bebedor empedernido, un auténtico degenerado en cuestiones de juego y, además, hombre de gatillo fácil.

Nadie quiere enemistarse con él y por una buena razón. Es, se dice, un tirador excepcional.

Las malas lenguas dicen que puede volarle la cabeza a la efigie de una moneda mientras ésta gira en el aire. Su carácter inestable y su estilo de vida errático le cuestan dos matrimonios y un sinfín de romances fugaces con jóvenes camareras que, en algún punto, acaban igual de desechadas que las botellas que bebe.

A aquellos que estéis familiarizados con el género musical country, os habréis dado cuenta que su vida parece, literalmente, la letra de una canción de Johnny Cash. Pero cuando la ley seca llega a su fin, el más que lucrativo negocio del alcohol ilegal desaparece de un plumazo. Sin embargo, como ya sabemos por su padre, los Ball no son de los que se quedan mirando como se apaga la luz. Si el whisky ilegal ya no es rentable, pues entonces es momento de vender alcohol tras una barra. Ball compra un terreno junto a la autopista, 118, y levanta la barra.