Episodio 30.Una palabra lo cambia todo…a veces. f101s

Noelia Romero, cuánto tiempo, aunque no tiempo, porque aunque sí es cierto que estamos muy relacionados, hacía ahora más tiempo que no estábamos aquí, en nuestro espacio de Metanoia, ¿cómo estás? Antonio Valenzuela, buenos días. Pues bueno, con ganas de este espacio ya, lo he echado de menos.

Aunque es que no hemos subido a la Noria, que no para de girar, pero echando de menos nuestro espacio.

Yo también, yo también, mira, y además parece que las cosas se confabulan para estar grabando hoy y tener yo, digamos, material calentito, calentito para empezar el podcast. A ver cómo lo ves, porque las personas que nos escuchan, que sepan que tú no sabes nada de lo que te voy a decir ahora, porque bueno, lo soltamos aquí en directo, vamos, no es nada súper importante, pero es una anécdota que me pasó ayer, de la cual creo que nos puede dar para muchos podcasts casi.

Madrid, ya, también.

Metanoia, un podcast donde todo fluye por Noelia Romero y Antonio Valenzuela.

Mira lo siguiente, ayer cuando yo venía conduciendo desde Madrid, ¿no?, por la autovía, íbamos María y yo en el coche, y lo típico, ¿no?, yo no suelo, no suelo ir, siempre suelo irte, qué sé yo, por la autovía a 120, no suelo ir más, ¿no? Entonces había unos típicos camiones ahí que se ponen en fila y me puse a adelantar, ¿no? Yo iba a 120, te quiero decir, y un coche por detrás, Noelia, yo no sé, iría a 200, se me puso y empezó a meterme el coche para que yo acelerara más, pero yo iba a 120, te quiero decir, no quería acelerar más porque voy al máximo, digo, te tienes que esperar a que me meta y ya corres tú todo lo que quieras, total, que me metí, no sé si eso fueron 5 o 10 segundos, lo que fuera, ¿no? María no se había dado ni cuenta, total, que cuando yo me meto, el coche se me puso al lado mío, se me pegó y empezó el tío a mirarme y a gritarme por la ventanilla, yo no sé, me estaría diciendo de todo, ¿no? Y yo lo miré y me pareció una situación tan surrealista porque era ya un señor entrado en años, te quiero decir, ya era mayor que yo, tenía 50, 60 años, con un anillo de estos gordos en el dedo, que lo sé que lo tenía en el dedo corazón porque me estaba haciendo un corte de manga, entonces claro que me estaba enseñando bien el anillo, y el tío gritándome, total, y claro, a mí en ese momento es que me dio la risa porque lo vi en una situación tan surrealista, ¿no? Que total, que el tío cogió y me, vamos, no como, que me encerró así y que hizo acelerar como para sacarme de la carretera, ¿sabes? Total, que después le pasó una historia porque, claro, de intentar hacerme eso ya pegó un volantazo, total, que se tuvo que meter como por una vía de servicio, adelantó a los camiones por la vía de servicio, total, una situación surrealista que casi el tío al final casi se mata allí delante y tal.

Y claro, al principio obviamente, ¿no? Pues me acordé de nuestra, de dos cosas, me pasaron varias cosas, ¿no? La primera es que meditas para cuando llegan esos momentos, ¿no? Cuando llegan esos momentos para no convertirte en otro animal como este, ¿no? Ahí está. Y me acordé de la, ¿no? De la, siempre de la metáfora, ¿no? Que no me se le haga la palabra, del elefante, ¿no? Y el jinete, ¿no? Como el elefante se desboca y en ese momento a mí mi elefante, ese cerebro emocional, que se iba, que se quería desbocar, ¿no? Y empezaba a decir, pero ¿será el tío este o será tal o será cual o hay que ver o tal? Pero en ese momento, tuve ese momento, te quiero decir, de que la mente se te nube y te acabrea, por supuesto que sí.

Pero también me di cuenta, digo, es que eso es cuando meditas y no sabes si estás meditando porque te has distraído y verdaderamente el darte cuenta que te has distraído, yo creo que es lo más importante que tiene la meditación. Total, y en ese momento pues yo ya paré y pensé y dije que dos cosas. La primera, gracias por ser como eres, porque gracias a ser como eres veo lo absurdo y lo ridículo que resulta ser así, entonces me estás poniendo como ejemplo algo a lo que yo no quiero ser, entonces no me voy a comportar como tú porque no quiero ser así. Y lo segundo es me dio casi compasión y ternura a esa persona porque pensé qué vida tiene que tener o cuántas cosas tiene que tener dentro o cuánto odio, cuánto