La Dulce Neus, malos tratos, mentiras, deudas, alcohol, crímen... 4g4e1

Estamos en vidas asesinas. Casos reales de personas cuyo instinto fue el de matar.

Hombres y mujeres cuyo único reconocimiento ha pasado a la historia porque asesinaron de forma bestial en muchas ocasiones.

Y siempre desde la sin razón de una mente psicópata y enferma.

Vidas asesinas es criminología en tus manos.

Los casos judiciales de tipo penal son casos muy peligrosos por varios puntos de vista.

Uno porque normalmente te topas con personas que rozan que como dice Mila del Campo, psicóloga forense, en su perfil de Twitter, arroba Mila del Campo, el homicidio en la pareja no siempre es el culmen de una escalada de violencia.

De hecho eso dificulta la valoración del riesgo.

La violencia de pareja es multicausal. Denominarla violencia machista limita la comprensión de todas sus causas y sus soluciones.

Hay que seguir investigando.

Y esto es, por ejemplo, cuando hablamos de violencia doméstica que como verán tiene mucho que ver con el expediente de este programa.

Porque precisamente hoy vamos a hablar de un caso que lo tuvo todo.

Violencia doméstica, manipulación parental, asesinato de pareja, espectáculo mediático, dinero, mucho dinero, condenas, cárceles, fugas, otra vez cárcel y una película y libros.

Y no se crean que hablamos de la América Profunda donde personajes locos arrasaban con pueblos enteros con perversiones frenéticas.

Estamos hablando de la España de los ochenta, teóricamente pacífica, abierta a una joven democracia donde los medios de comunicación competían por el sare, las aportaciones de las revistas y las portadas en los kioscos y un fenómeno nuevo que se colaba en nuestras casas a la hora de cenar, los reality show.

Hoy hablamos de la Dulce Neus, un personaje estrambótico que por donde iba lo regaba de mentiras, dudas y especulaciones morales y materiales.

El 17 de septiembre de 1962, Neus Soldevilla Bartrina es una jovencísima novia que se casa con Juan Vila Carbonell, nueve años mayor que ella.

Un hombre tosco del pueblo de Vic, cerca de Barcelona. Desde que se casó, trabajó para él, atada en corto, en un bar restaurante, el negocio familiar que tuvieron y del que vivieron al principio.

Juan Vila, por su parte, era hijo de campesinos pobres, una persona huraña y embrutecida por el trabajo y el ansia de ganar dinero a toda costa, y que terminó siendo y se hizo millonario gracias a la oportunidad de ciertas recalificaciones del terreno y el ladrillo.

Quizá su propio éxito económico le hizo crecerse, pensando que era una persona que estaba por encima de los demás y que aquellos que le rodeaban, su familia en primer lugar, le debían pleitesía, lo que le convirtió en un déspota.

Como a su mujer, desde el principio, también obligaba a sus hijos a trabajar de sol a sol, escatimaba dinero a sus neos e incluso a la esperpéntica anécdota de ser el único que comía en el salón, mientras los demás lo hacían más bien como podían en la cocina.

El matrimonio llegó a tener seis hijos en un cierto periodo de tiempo corto. En la fecha del crimen, los hijos contaban con los siguientes años de edad. María Iníbez, 18 años, los gemelos Juan y Luis, 17, Marisol, 14, María Dolores, 11 y Ana María, 9.

La situación era dura y cada mes que pasaba, más irreconciliable de la familia con el padre. Pero los negocios dejaban en la caja dinero que Juan se guardaba para sí, teniendo a su familia como si fuese una familia en los límites de la pobreza, aunque tuvieran de todo, pero sólo un poco.