
Descripción de Domingo VI de Pascua s139
Jesús no habla de un amor sentimental, sino de un amor activo: "El que me ama guardará mi palabra". Amar a Jesús significa vivir conforme a su palabra, interiorizar su mensaje y hacer de él la guía de nuestra vida. 2d4e38
Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.
El que no me ama, no guarda mis palabras, y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió.
Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que enviará al Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe en su nombre.
Por lo tanto, no os olvidéis de mí.
El Padre que me envió no guarda mis palabras, y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me enviará en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho.
La paz os dejo, mi paz os doy.
No os la doy yo como la da el mundo.
Que no se turbe vuestro corazón ni sea cobarde.
Me habéis oído decir, me voy y vuelvo a vuestro lado.
Si me amárais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es mayor que yo.
Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, creáis.
En este sexto domingo de Pascua, el Evangelio según San Juan, nos presenta un pasaje íntimo y consolador.
Las palabras de Jesús en la última cena, donde promete su paz, su presencia permanente y el don del Espíritu Santo.
En un mundo marcado por el miedo, la incertidumbre y la división, estas palabras resuenan con fuerza.
La paz os doy, mi paz os dejo.
Jesús afirma que el que me ama guardará mi palabra.
No se trata de un amor sentimental, sino de una adhesión fiel a su mensaje.
Amar a Cristo es vivir según su Evangelio, incluso cuando cuesta.
Hoy, Él nos pregunta, ¿cómo se refleja mi amor en tus decisiones, en tu familia, en tu trabajo? La palabra de Dios no es una carga, sino un camino de libertad.
Quienes la acogen con corazón abierto, experimentan la morada de Dios en sus vidas.
Mi Padre y yo vendremos a Él y haremos morada en Él.
Dios no es un extraño, sino un compañero de camino.
Jesús anuncia el envío del Paráclito, del Espíritu Santo, que nos enseñará y recordará sus palabras.
En la confusión de la vida, el Espíritu nos guía, nos enseña, ilumina nuestra mente para entender el sentido profundo del Evangelio, y nos ayuda a no olvidar las promesas de Jesús, especialmente en momentos de prueba.
La Iglesia, guiada por el Espíritu, no está abandonada.
Cada vez que leemos la Biblia, recibimos un sacramento o buscamos discernimiento, el Espíritu actúa.
Jesús contrasta su paz con la del mundo.
La paz del mundo es ausencia de problemas, superficial y efímera.
La paz de Jesús es serenidad en la tormenta, Cuando dice, «Nada se turbe tu corazón, ni se acobarde», nos invita a confiar.
La Pascua es prueba de que el mal no tiene la última palabra.
Hoy Jesús nos repite, «No os angustiéis».
En medio de las dificultades tenemos tres servicios, que nos ayudan a recibir el Espíritu Santo.
El Espíritu Santo nos guía, nos guía, nos guía.
Él nos repite, «No os angustiéis».
En medio de las dificultades tenemos tres certezas, que Dios habita en nosotros si guardamos su palabra, que el Espíritu Santo nos guía con sabiduría divina y que su paz es un regalo y no depende de circunstancias externas.
Reflexionemos con estas dos preguntas, ¿Qué áreas de mi vida necesitan la paz de Cristo? ¿Cómo puedo amar a Jesús, más concretamente, esta semana? Que María, la mujer que guardaba todas las cosas en su corazón, nos ayude a vivir en paz.
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