La Desaparición de Etan Patz: El Caso que Conmocionó a Estados Unidos 1m601h

A TRAVÉS DE LA TIERRA
Era el 25 de mayo de 1979.
Una mañana cualquiera en el barrio de Soho, en Nueva York.
Eitan Patz, un niño de sólo seis años,
se preparaba para caminar por primera vez solo
hacia la parada del autobús escolar.
Su ruta era corta, apenas un par de calles desde su casa.
Ese día, iba vestido con una camiseta de tipo marítimo,
vaqueros, y llevaba su mochila azul.
Todo parecía normal, pero esa mañana Eitan nunca llegó a la escuela.
Cuando su madre, Julie, se dio cuenta de que su hijo
no había regresado a casa al final del día,
el pánico se apoderó de ella.
Inmediatamente llamó a la policía y comenzó una búsqueda masiva
que pronto se convirtió en noticia nacional.
El Departamento de Policía de Nueva York no escatimó en gastos
y envió a 100 agentes con perros a huesos y helicópteros
para buscar al niño desaparecido.
Fueron de barrio en barrio y de puerta en puerta,
realizando búsquedas habitación por habitación.
La desaparición de Eitan Patz fue uno de los primeros casos
que captó la atención mediática masiva en Estados Unidos.
Fue también uno de los primeros niños cuya fotografía apareció en envases de leche
en un intento desesperado de generar pistas sobre su paradero.
Las calles del Soho y más allá se llenaron de carteles con su rostro,
mientras sus padres, Stanley y Julie, se convertían en activistas incansables
en la búsqueda de su hijo y en la concienciación sobre la seguridad infantil.
En el año 2000, los investigadores registraron el sótano neoyorquino de José Ramos,
un pederasta convicto que anteriormente había mantenido una relación
con una de las niñeras de Patz.
Pero, tras ocho horas de búsqueda, no encontraron ninguna prueba.
En 2001, 22 años después de su desaparición, Eitan Patz fue declarado legalmente muerto.
Su padre solicitó la declaración para presentar una demanda por homicidio contra Ramos,
que fue condenado en un caso civil en 2004,
pero nunca itió ni fue juzgado oficialmente por el asesinato del niño.
El caso seguía abierto.
En 2012, la policía se dio cuenta de que Othniel Miller,
un manitas que había conocido a Eitan Patz,
había hormigonado un suelo poco después de la desaparición del niño.
Hicieron algunas excavaciones, pero, de nuevo, no encontraron nada.
Sin embargo, la excavación reavivó la cobertura mediática del caso.
Unas semanas más tarde, las autoridades recibieron una llamada de un tal José López,
que afirmaba que su cuñado, Pedro Hernández, era el responsable de la muerte de Eitan Patz.
En 2012, Pedro Hernández, un antiguo empleado de una bodega cercana a la ruta que Eitan solía tomar,
confesó espontáneamente haber asesinado al niño.
Según su relato, atrajo a Eitan al sótano de la tienda con la promesa de una bebida,
lo estranguló y luego se deshizo de su cadáver en una bolsa de basura.
Hernández había mencionado el crimen a familiares y compañeros de iglesia a lo largo de los años,
pero nadie había tomado sus palabras en serio hasta que una llamada anónima llevó su nombre a la policía.
Aunque no existía evidencia física que respaldara su confesión,
su detallada narración despertó el interés de las autoridades.
El caso de Pedro Hernández llegó a los tribunales en 2015.
El primer juicio terminó sin un veredicto, ya que el jurado no pudo llegar a un consenso.
Había dudas sobre su salud mental y la veracidad de su confesión.
Sin embargo, en un segundo juicio en 2017, fue declarado culpable del secuestro y asesinato de Eitan Paz.
Hernández fue condenado con 25 años de prisión y la posibilidad de la cadena perpetua.
El impacto de este caso va mucho más allá de su resolución.