13 meses de inocencia: El infernal exorcismo de Amora 7361e

El 2 de diciembre de 2008, en un parque de casas móviles de Rush County, Texas, las autoridades entraron en una vivienda donde hallarían una escena que marcaría para siempre a quienes la presenciaron.

Allí, sobre la cama, yacía el cuerpo sin vida de Amora Bain Carson.

Sólo tenía 13 meses.

Una niña apenas comenzando a descubrir el mundo, brutalmente arrebatada de él.

Su pequeño cuerpo estaba cubierto de señales de violencia inhumana, múltiples traumatismos, marcas de mordeduras, heridas tan graves, que incluso los forenses más experimentados quedaron conmocionados.

La razón, según la versión de los implicados, un supuesto exorcismo.

Un intento desesperado y absolutamente equivocado de liberar a la niña de lo que ellos creían que eran fuerzas demoníacas.

Jessica Carson, la madre de Amora, y su pareja, Blayne Millam, habían intentado recaudar dinero empeñando herramientas domésticas para pagar a un sacerdote que hiciera una limpieza espiritual, pero cuando no lograron su objetivo, decidieron actuar por su cuenta.

El resultado fue una pesadilla.

Durante el juicio, el médico forense, el doctor Keith Pinkard, describió ante el jurado las terribles lesiones que había documentado durante la autopsia.

Habló de heridas tan numerosas en el rostro de Amora que ya no se distinguían entre sí, fundiéndose en una sola mancha de daño irreparable.

Mientras las imágenes forenses se proyectaban en la sala, Blayne Millam evitaba mirar la pantalla.

Nunca cruzó la mirada con el horror que había provocado.

Lo que los investigadores descubrieron en la autopsia de Amora Bain Carson fue algo difícil de describir con palabras, y aún más difícil de comprender.

Su pequeño cuerpo, de apenas 13 meses, estaba cubierto literalmente de mordeduras humanas, desde la cabeza hasta los pies, por delante, por detrás, como si hubiera sido atacada por una jauría.

Pero no, las había provocado un ser humano.

Amora tenía 18 costillas rotas, presentaba signos de hemorragias internas bajo el cuero cabelludo, tenía múltiples fracturas en la parte posterior del cráneo, su hígado estaba desgarrado, su brazo y su pierna, rotos, y en su cuello, un vaso sanguíneo reventado evidenciaba que había sido estrangulada.

El forense fue claro ante el tribunal, no había una única herida que pudiera señalarse como la causa exacta de la muerte.

La violencia había sido tan prolongada y diversa que no podía atribuirse a un solo acto.

La conclusión oficial fue muerte por violencia homicida, pero lo peor aún no había sido dicho.

El informe forense reveló señales de abuso sexual y entonces la realidad se volvió insoportable.

Jessica Carson, la madre de Amora, confesó finalmente.

Le dijo a la policía que ella estuvo allí, que presenció lo que ocurrió, que participó en lo que llamaron un exorcismo y que vio a su pareja, Blaine Millam, asesinar a golpes a su hija.

La golpeó hasta que la pequeña ya no pudo moverse, mientras Jessica miraba.