Crítica de la falsificación del Comunal 142wo

¿Qué tal? ¿Cómo os va? Como sabéis, yo he sido quien he sacado del olvido el asunto del comunal.
En mi libro primero, el primer libro que yo publiqué, Naturaleza, Ruralidad y Civilización,
ya le dedico un capítulo que se llama Bienes Comunales en Castilla, con la observación de
que lo que era verdad para Castilla pues era más o menos igual para el resto de los territorios
sometidos al Estado español. De esto hace ya pues exactamente 16 años y conseguí sacar el
comunal de la situación en que se encontraba previamente. Nadie hablaba de ello, a pesar de
que algunos libros interesantes, como los de David Barber, habían dicho, habían demostrado,
que el comunal había sido lo sustantivo y lo esencial de los pueblos de la península ibérica,
durante muchos siglos. Cosa que todos los historiadores, progresistas, fascistas de
extrema derecha, de extrema izquierda, marxistas, anarquistas, esta verdad esencial de que el
comunal era lo decisivo de nuestra historia, lo negaban, lo negaban. Pero en mi interpretación
del comunal, yo siempre la proyecté sobre el futuro. Siempre creí, y lo sigo creyendo ahora
más que nunca, que el comunal es la verdadera alternativa al capitalismo y a las instituciones
estatales. Es lo único que nos puede permitir zafarnos del sistema capitalista y zafarnos
del poder de los estados. En todo esto me encuentro con que se celebra una especie de
jornada llamada sentido comunal, comunalismo y decrecimiento. O sea, vamos a ver el título
sentido comunal, una vez comunal, comunalismo y decrecimiento. Creo, esto es sorprendente,
porque el decrecimiento es explícitamente pro capitalista y explícitamente pro estado. Yo
tengo un pequeño librito de crítica, de crítica a las formulaciones del decrecimiento, en su
argumentación que hace Serge Latouche, y ellos nunca han negado que ellos lo que quieren es
un capitalismo que avance menos, es decir, un capitalismo decreciente, que tenga un incremento
anual menor, y también quieren un estado que regule el capitalismo. Luego, ¿cómo es posible
que el comunal, dos veces la palabra, aparezca al lado del término decrecimiento? ¿Vale todo? ¿Hemos
perdido el sentido moral? ¿Hemos perdido las capacidades intelectuales a un nivel máximo? ¿O
lo que está detrás de esto es una operación para banalizar, ridiculizar y frivolizar la categoría
del comunal que es decisiva y fundamental? Esta es la cuestión que quiero desarrollar en esta
intervención, porque las cosas han llegado a un punto en que ya no valen paños calientes. Aquí
ya tenemos que entrar a una lucha de ideas muy fuerte, con las correspondientes críticas y también
algunas denuncias. Cuando se ve quién participa en esas jornadas de sentido comunal, comunalismo y
decrecimiento, hay gente que está totalmente integrada en el mundo del capitalismo, en el
mundo del Estado, que cobra cuantiosos emolumentos de empresas capitalistas, que gestiona fondos de
no sé cómo les llamaría, de pensiones de 22,5 millones, que son tiburones que arrasan con todo
en tanto que profesores, funcionarios, que lo que quieren es amontonar cursos, amontonar poder,
amontonar dinero, todo esto. Teniendo en cuenta que la sociedad comunal es una sociedad moral y que
el individuo comunal es un individuo moral, ¿cómo se puede todo esto combinar? Esta mezcla explosiva
se tiene que desplosionalizar y poner a cada cual en su sitio, porque si alguien quiere banalizar,
ridiculizar, usar en vano el término comunal, entonces tendrá que hacerlo pasando por encima
de mi cadáver. Mientras que no sea cadáver, pues me levantaré para defender el comunal, como lo he
defendido todo este tiempo, porque creo que el comunal es el futuro, no sólo el pasado y todavía
un poquito el presente, puesto que todavía hay pues unos siete millones de hectáreas de tierras
comunales y unos cuatro o cinco millones de personas que son comuneros. Comuneros que, por cierto, faltan.