LA CASA DE LOS CADÁVERES: la Injusticia que Sacudió al Reino Unido 2i1w5x

En 1953, un hombre que renovaba su nuevo apartamento de Londres hizo un terrible hallazgo.

Al arrancar el viejo papel pintado de la cocina, descubrió una pequeña puerta oculta tras él.

Lo que había más allá de esa puerta no sólo le horrorizaría, sino que sacaría a la luz uno de los casos de condena injusta más escalofriantes de la historia británica, que daría lugar a importantes reformas en el sistema judicial.

Este descubrimiento estaba directamente relacionado con la trágica vida de Timothy Evans, un hombre cuya ejecución tres años antes había sido un error judicial de una magnitud sin precedentes.

Timothy John Evans nació en 1924, en la pequeña ciudad de Merthyr Tyfdal, Gales.

Desde el momento de su nacimiento, la vida pareció conspirar contra él.

Su padre abandonó a la familia antes de que su madre diera a luz, dejándola sola para criar a Timothy y a sus hermanos en la pobreza.

Este fue sólo el comienzo de una serie de desdichas que rodearían la problemática vida de Timothy.

De pequeño, a Timothy le costaba aprender a hablar y mantener el ritmo escolar.

Sus dificultades se agravaron cuando, a los ocho años, contrajo tuberculosis en la parte inferior del pie derecho.

La enfermedad no era mortal, pero le causaba ampollas grandes y dolorosas que le hacían casi imposible caminar, lo que le obligaba a ausentarse durante mucho tiempo de la escuela.

Cuando Timothy regresó, las lagunas en su educación eran demasiado grandes para superarlas.

Sus problemas de aprendizaje continuaron en la edad adulta y más tarde se midió su coeficiente intelectual entre 60 y 70, lo que indicaba una discapacidad intelectual significativa.

Para ayudar a su familia, Timothy aceptó desde muy joven trabajos peligrosos y mal pagados, como minero del carbón, a los 13 años.

Pero su analfabetismo, unido a los frecuentes brotes de su afección en el pie, hizo que a menudo fuera rechazado para trabajar o despedido al poco tiempo.

En 1947, Timothy y su familia se habían trasladado a Londres, instalándose en un barrio pobre y peligroso.

Fue entonces cuando conoció a Beryl Thorley, de 18 años, una joven que, como él, tenía un coeficiente intelectual bajo y había tenido muchas dificultades de aprendizaje.

Congeniaron rápidamente y a finales de ese año se casaron.

Poco después, Beryl se quedó embarazada de su primer hijo y la joven pareja reunió el dinero suficiente para mudarse a un pequeño y destartalado apartamento en el número 10 de Rillington Place, en Notting Hill.

Su hija, Geraldine, nació en 1948.

Pero el estrés de la paternidad, la inseguridad económica y las estrechas condiciones de vida pronto hicieron mella en el matrimonio.

Las discusiones se convirtieron en el pan de cada día, llegando a menudo a la violencia física.

Los vecinos oían con frecuencia gritos y sonidos de altercados físicos procedentes del apartamento de la pareja en el tercer piso.

Timothy, sintiendo la presión del fracaso de su matrimonio y la incapacidad de mantener a su familia, recurrió al alcohol en busca de consuelo.

Pero el alcohol solo empeoró la situación, agotando el poco dinero que tenían y tensando aún más su inestable relación.