27 de mayo de 2025 3t2o46

En el Evangelio de este día martes, escuchamos que en aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos Ahora me voy al que me envió, y ninguno de ustedes me pregunta a dónde vas Pero al decirles esto, ustedes se han entristecido Sin embargo, les digo la verdad, les conviene que yo me vaya Porque si no me voy, el paráclito no vendrá a ustedes Pero si me voy, se lo enviaré Y cuando él venga, probará al mundo dónde está el pecado Dónde está la justicia, y cuál es el juicio El pecado está en no haber creído en mí La justicia, en que yo me voy al Padre, y ustedes ya no me verán Y el juicio, en que el príncipe de este mundo ya ha sido condenado En el discurso de despedida que venimos escuchando de Jesús con sus discípulos El Señor ha prometido enviarles el paráclito Es decir, el Espíritu Santo que los animará, instruirá y les recordará todo lo necesario Pero además, hoy nos dice que la presencia del Espíritu en ellos dará respuestas al mundo En primer lugar, dice que el pecado es no haber creído en Jesús Aquí Jesús habla en singular, es decir, del pecado principal No hace una lista de pecados, sino que nos muestra el origen de todos los que nos podemos imaginar Los discípulos que vivan su vida en Cristo serán capaces con su estilo de vida Demostrar al mundo que no creer en Cristo, en su amor, en su salvación Nos lleva a cualquier parte, por más códigos éticos que podamos tener La justicia es entendida en la Biblia como quien vive íntegramente, santamente El Espíritu será el que haga posible y muestre al mundo una comunidad capaz de vivir de acuerdo a la ley de Dios Y el juicio no ha sido la condena de Jesús a morir en la cruz Sino que a través de ella, quien verdaderamente ha sido juzgado y condenado Ha sido el diablo que fue vencido por la resurrección de Cristo Por eso, una comunidad que se deja guiar por el Espíritu Produce un testimonio ante el mundo capaz de interpelar y manifestar la obra de Dios Sin la luz nada se puede ver Sin calor el hielo se vuelve el Señor Sin el agua todo es seco y desierto Sin amor todo pierde su esplendor Guíame, Espíritu de Dios, guíame.

Lléname, Espíritu de Dios, lléname.

Guíame, Espíritu de Dios, guíame.

Lléname, Espíritu de Dios, lléname.

Y recemos juntos esta oración.

Señor, que al vivir de acuerdo a la guía de tu Espíritu, seamos capaces de ser signo de tu presencia transformadora.

Amén.

Y que la bendición de Dios Todopoderoso, del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, los acompañe siempre.

Orienta mi alma por donde quiera que vaya.