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Saber encajar.

Esta vez he encontrado atractiva la idea de jugar con este binomio y sus diferentes significados según a qué se aplique y qué se quiera transmitir, porque a mi parecer existen al menos tres posibilidades claramente diferenciadas.

La primera pivota sobre el sentido de saber ajustarnos a lo que una circunstancia, un hecho o una situación requiere de nuestra parte.

Es lo que comúnmente conocemos como saber estar.

La segunda es la que versa sobre poseer la entereza de asumir, procesar y digerir lo que sea que nos ha golpeado, incorporándolo del modo menos dañino posible a nuestra vida.

La tercera quiero juzgarla como la facultad de que disponemos de conectar y articular en base a lo que sabemos, conocemos o deducimos lo que es externo a nosotros, ya sea que hablemos de personas, ya sea que lo hagamos de situaciones, ya sea que descanse en conjeturas.

Saber encajar como sinónimo de aclimatarse y adaptarse de la forma más natural posible al entorno en el que nos hallemos en un momento dado es una disposición que está al alcance de cualquiera que quiera ejercitarla.

Porque dejar que sea el contexto el que dicte o sugiera nuestra manera de comportarnos o de estar en un instante concreto puede casi entenderse como un juego, como un reto a superar, como un desafío al que enfrentarse.

Y eso puede suponer descubrir facetas nuestras que nos enriquecen y que nos brindan posibilidades en las que ni nos habíamos parado a pensar.

Saber encajar como equivalente a acusar los mazazos con estoicismo y contemple es un esfuerzo que sí requiere tesón, voluntad y concurso de coraje y ánimo por nuestra parte.

Y es cierto que para llevar a cabo esa demanda se requiere brío, esmero y concienciación.

Pero siempre hemos de tener presente que la mejor motivación para emprenderlo se asienta en estar a la mira de los momentos futuros que aguardarán tras el proceso de ese mal trago.

Y por último saber encajar como análogo de resolver entresijos, enigmas o incógnitas que puedan existir a nuestro alrededor.

Por esas veces en las que somos capaces de captar detalles que no parecían tener hilo ni conexión con nada y que de repente unidos a otros pormenores o mezclados con otros complementos adquieren un alcance, una coherencia y un significado que ayuda a explicar muchas cosas.

Y saber verlo casi siempre consiste en estar un poco más alerta y avizor de lo que solemos.

Y si en algo confluyen los tres es en que emplearlos nos permite establecer un orden sea del tipo que sea y propicia que, de una u otra manera, implantemos ambientes más armónicos o invitadores.

Así pues...