
Descripción de 19 de mayo de 2025 66d47
Evangelio y reflexión del lunes 19 de mayo de 2025 por el P. Pedro Brassesco 1j146
Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.
En el Evangelio de este día lunes, escuchamos que Jesús dijo a sus discípulos «El que recibe mis mandamientos y los cumple, ese es el que me ama, y el que me ama será amado por mi Padre, y yo lo amaré y me manifestaré a él».
Judas, no el Iscariote, le dijo «Señor, ¿por qué te vas a manifestar a nosotros y no al mundo?».
Jesús le respondió «El que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará.
Iremos a él y habitaremos en él.
El que no me ama no es fiel a mis palabras.
La palabra que ustedes oyeron no es mía, sino del Padre que me envió.
Yo les digo estas cosas mientras permanezco con ustedes, pero el Paráclito, el Espíritu Santo que el Padre enviará en mi nombre, les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho».
En su discurso de despedida en la última cena, Jesús sigue profundizando sobre la relación entre él y el Padre y con sus discípulos.
Esa relación de Cristo resucitado también con nosotros.
Es una relación de amor, pero que no se queda en buenas intenciones, sino que debe concretizarse en recibir su palabra, sus mandamientos y cumplirlos.
Como el mismo Juan lo va a explicitar en sus cartas, no podemos decir que amamos a Dios si no cumplimos sus mandamientos que se sintetizan en el amor a él y al prójimo.
Y la respuesta de Dios es habitar en sus apóstoles.
Esto vale no solamente para los primeros discípulos, sino para todo el que cree en Jesús.
Quien ama a Jesús se dispone a la venida del Padre y del Hijo, quienes harán morada en él y permanecerán en su vida por tiempo duradero.
Nosotros, hoy, podemos decir que somos más afortunados que los primeros discípulos de Jesús, quienes lo conocieron físicamente.
En cambio, nosotros lo llevamos dentro.
Quien ama a Jesús no está solo.
No está perdido ni abandonado a su propia suerte.
Aun cuando no sean visibles para sus ojos físicos, todo seguidor debe saber que Jesús y el Padre están a su lado.
Por eso hay que tomar conciencia en todo instante, e incluso a la hora de la muerte, tiempo de profunda soledad y radical separación, que Jesús y el Padre están a nuestro lado, que no nos dejan abandonados ni desprotegidos.
El discipulado es un gustar cotidianamente esta amorosa compañía.
Para ello nos envía el Espíritu Santo, que nos recuerda estas verdades y nos capacita para poder transmitirlas a los demás, incluso en los momentos más difíciles.
Y receamos juntos esta oración.
Señor, envíame tu Espíritu para que me asista, recordándome que Tú habitas en mí y no me dejas solo porque te amo.
Amén.
Y que la bendición de Dios Todopoderoso, del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, los acompañe siempre.
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