#10. Entrenando para la vida con Wendy Aguilar. 3l2666

Cuídese el espacio en donde las grandes ideas, las preguntas importantes y los protagonistas inspiradores se encuentran cada semana.

Descubre las historias, las visiones y las experiencias de las personas que están transformando el mundo. Súmate a la conversación con Francisco García Pimentel.

Hola a todos, bienvenidos una vez más. Estoy feliz de estar aquí el día de hoy en Cuíde con Wendy Aguilar. Wendy Aguilar, que nació en 1972, es una embajadora del deporte mexicano, ex nadadora, bueno nadadora, pero ex nadadora profesional, que representó a México en los Juegos Olímpicos de Atlántico de 1996, en lo que entonces se llamaba Nado Sincronizado, ¿cierto? Sí. Esa es Yadam Pedagogía, por la UPE y madre de nueve hijos y autora del libro Entrenando para la Vida, en donde comparte sus experiencias y lecciones aprendidas a lo largo de su carrera deportiva y personal.

Actualmente Wendy, además de todo lo que hace, se dedica a impartir conferencias, talleres y se enfoca en temas de desarrollo personal, disciplina y superación para inspirar a otros a alcanzar sus metas, enfrentar los desafíos con determinación y resiliencia. El día de hoy está aquí exactamente para lo mismo. ¿Cómo estás Wendy? Buenos días. Buenos días, muchísimas gracias Francisco. Encantada de participar en este programa tuyo. Muchísimas gracias.

Oye, parece, pareciera que tu vida tiene como una especie de secuencia de épocas o de momentos muy muy marcados, como las eras de Wendy, en donde va este, en donde cada una requiere un set de skills, hard skills, soft skills, súper distintos. Pero para no inventar yo cosas, platícanos de Wendy. ¿Cuál es la historia de Wendy? ¿Cómo llegó Wendy a donde está el día de hoy? Pues mira, te cuento un poco cómo fue la trayectoria deportiva, porque además, como tú dices, fíjate que cuando yo conozco el nado sincronizado, que antes era ballet acuático, ni siquiera era un deporte olímpico.

Yo lo conozco en el 81, porque inauguran las albercas de un club que está muy cerca de mi casa, es el Brimbau, que estaba caminando a cinco minutos, y voy, lo último que construyeron fueron las albercas, y las inauguran con un equipo desincronizado. Yo nunca había visto que se podía nadar, se podía bailar en el agua. O sea, eso para mí fue como revolucionario, total, novedoso. Yo lo vi y dije, yo quiero hacer esto. Yo tenía nueve años en ese entonces, y estaba en todo un proceso. De hecho, esa es parte del primer capítulo. La verdad es que me encanta ese capítulo, porque yo llegué de casualidad, me daba miedo el agua.

Irónicamente, no me gustaba estar cerca de una alberca. Mis abuelos tenían casa en Cuernavaca, y yo siempre estaba de lejos. O sea, que nunca se imaginaban mis papás que iba a elegir un deporte del agua, ¿no? En una alberca. Sabía flotar, no sabía nadar, o sea, nadar en estilos, pero no me ahogaba. Y cuando lo vi, la verdad es que me encantó. O sea, sí te puedo decir que haber visto el nado sincronizado y haber dicho, quiero este deporte, así como vi mi carrera, y dije, quiero ser pedagoga, y quiero estudiarlo en la UP.

Este, como muy definido ciertas cosas, como cuando encontré con mi marido y dije, con este me voy a casar, ¿no? Este, todo ese tipo, como que lo vas definiendo, al final, a la hora que empecé a escribir el libro, a la hora de dar las conferencias, me doy cuenta cómo fue perfilándose de alguna manera mi vida, ¿no? Y no de una manera sencilla, porque cuando yo conozco el deporte, que te digo que ni siquiera era olímpico, era desde aprender a navar, o sea, los estilos, conocer algo totalmente novedoso.

Antes era mucho más artístico, porque era un balnet acuático, o sea, hacer como bailarinas dentro del agua. Al año quedo en una competencia, primero hay un estatal, después hay un nacional, y quedo seleccionada. Luego quedo en infantil, tenía yo 10 años, más o menos, y fue un cambio totalmente radical, brusco, digamos, en el sentido de que yo entrenaba niña de club dos veces a la semana, no más de 2 horas, y cuando quedo seleccionada, resulta que te voy a una alberca, que es la alberca olímpica, que me quedaba aparte a 50 minutos, una hora de trayecto, y con niñas que ya llevaban mucho más tiempo haciendo lo que era el nado sincronizado, y con un horario totalmente diferente, o sea, yo iba a entrenar todos los días, de lunes a sábado.