
Descripción de El último abrazo 3e2936
Alicia miró a su padre desde el umbral de la puerta del hospital. Su figura, que antes parecía inquebrantable, yacía ahora frágil entre las sábanas blancas. Había pasado toda su vida esperando escuchar de él un “te quiero” que nunca llegó. —¿Cómo estás, papá? —preguntó con una sonrisa temblorosa. Su padre giró la cabeza con dificultad y esbozó una mueca. —Como alguien que está por irse —respondió con su habitual dureza. El silencio se instaló entre ellos. Alicia recordó los años en los que había intentado complacerlo, los diplomas colgados en la pared que nunca fueron suficientes, las llamadas sin devolver, los abrazos que ella ofrecía y que él nunca correspondía. —¿Sabes? —dijo ella, con la voz rota—. Siempre quise ser la hija perfecta para ti. Pero creo que nunca lo fui. Su padre cerró los ojos. Por un momento, creyó que ya no la escuchaba. Pero entonces, un hilo de voz rompió el silencio: —No fue tu culpa. Alicia sintió un nudo en la garganta. —Entonces, ¿de quién fue? El viejo tomó aire con dificultad. —Del miedo. Del mío. La respuesta la tomó por sorpresa. —Siempre quise abrazarte, Alicia. Pero mi padre nunca me abrazó a mí, y no supe cómo hacerlo. Las lágrimas rodaron por las mejillas de Alicia. Se acercó a la cama, tomó su mano y, por primera vez en su vida, sintió que su padre no se apartaba. —Aún estamos a tiempo —susurró ella. Con esfuerzo, su padre alzó un brazo tembloroso y la rodeó con debilidad. Fue un abrazo torpe, incompleto, pero en ese instante, Alicia entendió que algunas almas tardan en sanar… pero que el amor, cuando llega, aunque sea en el último momento, todavía tiene el poder de reparar lo que parecía roto para siempre. Te espero dentro de las páginas de mis libros Mis Cuentos Prestados en Amazon l1d1c
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Alicia miró a su padre desde el umbral de la puerta del hospital, su figura que antes parecía inquebrantable y hacía ahora frágil entre las sábanas blancas.
Había pasado toda su vida esperando escuchar de él un te quiero que nunca llegó. ¿Cómo estás papá? preguntó con una sonrisa temblorosa. Su padre giró la cabeza con dificultad y esbozó una mueca. ¿Cómo alguien que está por irse? respondió con su habitual dureza. El silencio se instaló entre ellos. Alicia recordó los años en los que había intentado complacerlo, los diplomas colgados en la pared que nunca fueron suficientes, las llamadas sin devolver, los abrazos que ella ofrecía y que él nunca correspondía. ¿Sabes? dijo ella con la voz rota, siempre quise ser la hija perfecta para ti, pero creo que nunca lo fui. Su padre cerró los ojos, por un momento creyó que ya no la escuchaba, pero entonces un hilo de voz rompió el silencio. No fue tu culpa. Alicia sintió un nudo en la garganta.
Entonces, ¿de quién fue? El viejo tomó aire con dificultad.
¿Del miedo? Del mío. La respuesta la tomó por sorpresa. Siempre quise abrazarte Alicia, pero mi padre nunca me abrazó a mí y no supe cómo hacerlo. Las lágrimas rodaron por las mejillas de Alicia. Se acercó a la cama y tomó su mano y por primera vez en su vida sintió que su padre no se apartaba. Aún estamos a tiempo, susurró ella. Con esfuerzo su padre alzó un brazo tembloroso y la rodeó con debilidad.
Fue un abrazo torpe e incompleto, pero en ese instante Alicia sintió que algunas almas tardan en sanar, pero que el amor cuando llega, aunque sea en el último momento, todavía tiene el poder de reparar lo que parecía roto para siempre. Te espero dentro de las páginas de mis libros. Mis cuentos prestados los tienes a la venta en Amazon. Nunca, nunca es tarde para decir lo que sientes. Es más, no esperes mucho, no sea que no tengas tiempo para decirlo. Sé inquebrantable, invencible, siempre creo en ti y pásatelo pirata y recuerda que la vida es muy corta como para beber mal vino. Nos vemos en los bares. Chao familia.
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