El secuestro de Mary Agnes 355t27

Crímenes y criminales, con Luis Martín Edvalles.

Una desaparición de un hijo tiene que ser algo realmente horrible. Las desapariciones que no encuentran solución destrozan las familias. Lo sé por alguna amiga que me ha contado cómo la desaparición de sus hermanos machacó claramente a su madre. Aunque se resuelva la desaparición, el dolor no se cura del todo, pero al menos se puede llegar al descanso de conocer la verdad. Pero cuando esa verdad llega, 85 años después, ninguno de los que la sufrieron llegan a quedarse tranquilos.

El 14 de mayo de 1930, una mujer joven llamada Katherine Moroney recibe una visita en su casa.

Se presenta allí otra mujer joven, Julia Otis, quien le afirma que la trabajadora social de la zona, la señora Henderson, la ha enviado a su residencia para ayudar a la familia.

Ciertamente, los Moroney, Katherine y Michael habían solicitado ayuda, porque querían que por lo menos a Michael se le encontrase un trabajo. Estaban pasándolo bastante mal con dos hijas, Mary Agnes, de dos años, y Anastasia, de uno. Además de que Katherine estaba embarazada de un tercer hijo. Los Moroney en ese momento era una familia pobre, así de claro, y no ganaban lo suficiente para mantener a esa joven familia.

El caso es que esta mujer, Julia, cuenta que ha venido por parte de la trabajadora social a echar una mano, a ver cómo puede ayudar. Están charlando, se abren, Katherine le cuenta de todos sus problemas y le explica un poco lo mal que están llevando la vida, lo que están sufriendo. Y Julia, pues más o menos accede a escucharla y Katherine se siente a gusto.

Katherine llegaría a reconocer que sentía con Julia una cercanía importante, que veía muchísima amabilidad en ella, que tenía una voz suave, que la veía con modales refinados y que le gustaba mucho cómo vestía. Pero de repente, Julia veo a Mary Agnes, esta niña de dos años, está jugando cerca de ellos. Dicen que la mira con una cara llena de añoranza, se le ve cariño hacia la niña.

Katherine notó que Julia miraba a su hija de una forma especial, pero no le di importancia, pues ella estaba convencida que la gente, la mayoría de la gente, cuando vea a una niña pequeña de dos años, que son muñequitas muy bonitas, pues se quedan un poco como embobados, ¿verdad? Eso es lo que pensó ella de Julia. El caso es que Julia se destapó con algo realmente extraño.

Le dijo a Katherine que no le importaría llevarse a su hija a California para darle una educación, para criarla bien. Katherine le dijo que de ninguna manera que su hija se iba a quedar con ella siempre y que no se iba a ir a un lugar tan lejano con un extraño. Vamos, que no, que eso era imposible. Sin embargo, Julia se fue. Bueno, aquel día se fue como tranquila. Les dio unos pocos dólares a Katherine para decirle que se fuese junto a su esposo, pues a la ciudad.

Que viesen algo que les apeteciese, quizás una obra de teatro, que disfrutasen un poco.

Al día siguiente, Julia se presentó de nuevo en la casa y, por lo visto, insistió a Katherine más de una vez en que le dejase llevar a su hijo.