
Reset, Un curso de Milagros práctico, lección 136 2u413r
Descripción de Reset, Un curso de Milagros práctico, lección 136 3m336
Lectura de los ejercicios propuestos en el libro Un Curso de Milagros. Es un complemento a la formación RESET, Un Curso De Milagros práctico, y cada dia te propongo una lección. Espero que te sirva. 5s3573
Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.
Lección 136. La enfermedad es una defensa contra la verdad. Nadie puede sanar a menos que comprenda cuál es el propósito que aparentemente tiene la enfermedad. Pues entonces comprende también que este propósito no tiene sentido. La enfermedad al no tener causa ni ningún propósito válido es imposible que exista. Una vez que se reconoce esto la curación es automática pues este reconocimiento desvanece esta ilusión sin sentido valiéndose del mismo enfoque que lleva a todas las ilusiones ante la verdad y simplemente las deja ahí para que desaparezcan. La enfermedad no es un accidente.
Al igual que toda defensa es un mecanismo de mente de autoengaño y al igual que todos los demás mecanismos su propósito es ocultar la realidad, atacarla, alterarla, incapacitarla, distorsionarla, tergiversarla y reducirla a un insignificante montón de partes desconectadas. El objetivo de todas las defensas es impedir que la verdad sea íntegra. Las partes se ven como si cada una de ellas fuese completa en sí misma.
Las defensas no son involuntarias ni tampoco se forjan inconscientemente. Son como varitas mágicas secretas que agitas cuando la verdad parece amenazar lo que prefieres creer. Parecen ser algo inconsciente debido únicamente a la rapidez con que decides emplearlas. En este segundo o fracción de segundo en que tomas la decisión reconoces exactamente lo que te propones hacer y luego lo das por hecho.
¿Quién sino tú considera que existe una amenaza? ¿Decide que es necesario escapar de ella y erige una serie de defensas para contrarrestar la amenaza que ha juzgado como real? Nada de esto puede hacerse de manera inconsciente. Más una vez que lo has hecho tu plan requiere que te olvides de que fuiste tú quien lo hizo de manera que parezca ser algo ajeno a tu propia intención. Un acontecimiento que no guarda relación alguna con tu estado mental. Un desenlace que produce un efecto real en ti en vez de uno que tú mismo causaste.
La rapidez con la que te olvidas del papel que desempeñas en la fabricación de tu realidad es lo que hace que las defensas no parezcan estar bajo tu control. Más puedes recordar lo que has olvidado si estás dispuesto a reconsiderar la decisión que se encuentra doblemente sellada en el olvido. El hecho de que no te acuerdes no es más que la señal de que esta decisión todavía está en vigor en lo que se refiere a tus deseos. No confundas esto con un hecho. Las defensas hacen que los hechos sean irreconocibles. Ese es tu propósito y eso es lo que hacen. Las defensas toman fragmentos de la totalidad. Los ensamblan sin tener en cuenta la verdadera relación que existe entre ellos.
Y de esta manera tejen ilusiones de una totalidad que no existe. Este proceso es lo que produce la sensación de amenaza y no cualquier desenlace que pueda tener lugar. Cuando se arrancan partes de la totalidad y se consideran como algo separado y como un todo en sí mismas, se convierten en símbolos que representan un ataque contra la totalidad.
Y al en efecto lograrlo, esta no se puede volver a ver como la totalidad que es. Sin embargo, has olvidado que dichas partes sólo representan tu decisión de lo que debe ser real a fin de que ocupe el lugar de lo que sí lo es. La enfermedad es una decisión. No es algo que te suceda sin tú mismo haberlo pedido, que te debilita y te hace sufrir.
Es una decisión que tú mismo tomas, un plan que trazas, cuando por un instante la verdad alborea en tu mente engañada y todo tu mundo parece dar tumbos y estar a punto de derrumbarse. Ahora enfermas para que la verdad se marche y dejes ser una amenaza para tus dominios. ¿Por qué crees que la enfermedad puede escudarte de la verdad? Porque demuestra que el cuerpo no está separado de ti y que por lo tanto tú no puedes sino estar separado de la verdad. Experimentas dolor porque el cuerpo lo experimenta y en ese dolor te vuelves uno con él.
De esa manera tu verdadera identidad queda a salvo y el extraño y perturbador pensamiento de que tal vez seas algo más que un puñado de polvo queda mitigado y silenciado. Pues fíjate, ese puñado de polvo puede hacerte sufrir, torcerte las extremidades, pararte el corazón y ordenarte que mueras y dejes de existir. De esta manera el cuerpo es más fuerte que la verdad, la cual te pide que vivas pero no puede imponerse a tu decisión de querer morir y así el cuerpo es más poderoso que la vida eterna, el cielo más frágil que el infierno y los designios de Dios para la muerte.
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