Podemos lleva a Juan Ramón Rallo a la Asamblea de Murcia: contra el fundamentalismo de mercado m5em

Podemos me lleva a la Asamblea Regional de Murcia para denunciar que el fundamentalismo de mercado está oprimiendo a nuestras sociedades al impedir que el Estado cuente con recursos suficientes para garantizar servicios de calidad a todo el mundo.

Veámoslo.

Pues hemos llegado a la Asamblea Regional de Murcia por boca del diputado de Podemos, Víctor Ejio.

En una larga diatriba contra el capitalismo de libre mercado, el de Podemos nos termina calificando de falsos profetas del fundamentalismo de mercado que está matando a millones de personas en todo el mundo.

Porque si no fuera por el fundamentalismo de mercado, el Estado contaría con recursos absolutos para que las sociedades vivieran en perfecta armonía y en completa prosperidad.

Escuchémoslo.

Los defensores del liberalismo capitalista nos venden que el mercado es la solución a todos los problemas, a todos.

Si hay un problema, basta con dejarlo en manos de la iniciativa privada, de la ley, de la oferta y de la demanda.

Y esa mano invisible de la que hablaba Adam Smith se ocupará del resto.

El libre mercado es el mecanismo brutal que está condenando a la inmensa mayoría de las familias españolas a la precariedad, a no llegar a final de mes, el que deja a millones de españoles sin vacaciones porque no pueden permitírselo.

Es la causa principal de los problemas de salud mental de miles de jóvenes porque sin un techo no hay horizonte, no hay proyecto de vida, no hay seguridad existencial.

El libre mercado es un asesino, es un genocida.

Pero señorías, el libre mercado no es invisible, no es anónimo, no, no lo es.

Detrás de la cortina del libre mercado, como en la historia del mago de Oz, están los mercaderes, personas con nombres y apellidos, están los partidos que trabajan para los mercaderes y están también sus profetas.

Sí, digo profetas porque eso es el mercado, una ilusión, una promesa de redención que nunca se va a cumplir, una utopía mortífera, asesina, que todos los años se lleva por delante millones de vidas en todo el mundo, el opio del pueblo, una religión, una religión que tiene sus falsos dioses, como Trump o Milley, que tiene sus iglesias en España como el Instituto Mises de Barcelona o el Juan de Mariana, y que tiene también sus falsos profetas, Juan Ramón Rayo, Miguel Anso Bastos, Daniel La Calle, Espinosa de los Monteros, Vox Street Wolverine.

Señorías, hoy es 23 de mayo de 2025, hace más de 5.000 años que surgieron las primeras civilizaciones humanas en Mesopotamia, los avances científicos desde el Renacimiento, los enormes progresos técnicos que la humanidad ha vivido desde la Revolución Industrial nos colocan hoy en una situación privilegiada.

Por primera vez en la historia tenemos todos los recursos y conocimientos necesarios para que todos los seres humanos coman tres veces al día, tengan una educación, una sanidad pública de calidad, para que tengan también una vivienda, un trabajo digno, y todo eso en equilibrio con el medio natural.

Sólo una religión nos separa de ese sueño, el fundamentalismo del libre mercado, da igual que hablemos de la vivienda, de transporte, de sanidad, de educación o de las ITV, hay que acabar con el libre mercado y con sus pitonisos.

Dicho en otras palabras, por culpa de falsos profetas como un servidor, el Estado no puede desplegar todo el intervencionismo que le gustaría desplegar para así garantizar que todo el mundo coma suficientemente cada día o para que todo el mundo cuente con una sanidad y una educación pública de altísima calidad.

Los mercados avanzan y lo arrasan todo al tiempo que los Estados retroceden y se empequeñecen por culpa de falsos profetas, de propagandistas como un servidor, que le lavamos el cerebro a la gente para que reclame cada vez más mercado, aunque éste sea su carcelero, y menos Estado, aunque éste sea su liberador.

Sin tanto fundamentalismo de mercado en el ambiente, los Estados contarían con muchísimos más recursos y serían, por tanto, capaces de garantizar una amplísima provisión de servicios públicos de calidad para todo el mundo.

Este argumento, sin embargo, sólo tiene un fin.