
Descripción de Oferta de pollas en el supermercado 674h4y
https://bellaperrix.com ❤️ Como cualquier otra mujer, siempre estoy al tanto de las ofertas del supermercado, me gusta comprar la leche, los huevos y otros artículos al mejor precio. Aquel día, aparte de mi habitual compra, adquirí una polla con denominación de origen... 🔔 SÍGUEME y ACTIVA LA NOTIFICACIÓN para recibir mis relatos eróticos. 🔔 Un nuevo relato erótico cada LUNES!. ¿Quieres anunciarte en este podcast? Hazlo con advoices.com/podcast/ivoox/1795339 3b3c2f
Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.
Soy una muchacha alta, delgada, rubia, de piel morena y ojos azules.
Tengo 29 años y todavía sigo soltera y sin ningún tipo de compromiso.
Y no es que no me hayan llovido las ofertas.
Simplemente no me ha interesado ninguna hasta la fecha.
Además se está muy bien viviendo sola y sin tener que soportar a nadie.
Cuando busco compañía masculina no me cuesta encontrarla.
Lo mío es ir a uno de esos hipermercados en los que hay de todo.
Incluso jóvenes solteros, macizos y guapos.
De esos ejecutivos agresivos con un buen sueldo, un empleo interesante
y mucha maña para los trabajos domésticos.
Me encanta mirarles el culo mientras empujan el carro de la compra.
Les observo cuando van de estante en estante para coger una lata de tomate o de guisantes.
Les sigo a cierta distancia e intento cruzarme si veo que hay posibilidades.
Cuando se ponen en la cola de una de las cajas me coloco detrás de él
y con cualquier pretexto tonto entablo la conversación.
Les pregunto sobre una marca de jabón o un refresco
y así con un pretexto tonto voy rompiendo el hielo.
Si pasan de mí ya no insisto más.
Y si se enrollan como una persiana les sigo la corriente.
El otro día hubo un joven que me lo puso fácil.
Era alto, moreno, de piel agitanada y unos hojazos verdes que tiraban de espaldas.
Cuando estaba en el parking cerca de donde tenía aparcado su coche
se le cayeron las llaves al suelo y no se dio cuenta.
Debería de estar muy distraído porque al caer hicieron bastante ruido.
Las recogí, le seguí y se las devolví.
Él me dio las gracias y empezamos a conversar como si nos conociéramos de toda la vida.
Me subí a su coche y me llevó a su casa.
Allí empezamos a enrollarnos como si fuéramos novios.
Tomamos un par de copas, nos besamos en la boca con morbo y pasión
y acabamos desnudos en el dormitorio.
Él se echó sobre la cama de espaldas a mí para que le iniciara un masaje en el cuello
pues estaba un poco tenso.
Me ofrecí encantada a pasarle las manos por los hombros, la columna vertebral y los glúteos.
Pequeños, musculados y muy varoniles.
Le froté la espalda con los nudillos y el culo con las manos
y cuando les separé las nalgas dio un brinco.
Intenté disculparme pero antes de que pudiera decir nada
puso sus manos sobre mis pechos y me dio un beso de tornillo.
Metiéndome toda la lengua.
Su pene había alcanzado una erección notable.
Lo cogí y le di unos cuantos meneos.
Tuve que parar porque unas gotas de líquido transparente aparecieron en la punta.
Las extendí por todo el miembro con la yema del dedo y después las lamé.
Ese fue el inicio de una mamada en la que mi cuerpo se estremeció de gusto.
Tanto que entre chupada y chupada ronroné como una gata.
Con un poco de esfuerzo me la tragué entera, llenándome la garganta.
Mientras me lo follaba con la boca le subí los testículos.
Pronto noté que él tenía la imperiosa necesidad de aliviarse.
Así que me aparté cuando me percaté de que ya se corría.
¿Me equivoqué? Pues aguantó, aunque le fue de muy poco.
Cogí un preservativo de la mesita de noche y se lo enfundó en el miembro.
Una vez ya preparado me abrí de piernas y él colocó ahorcajadas encima de mí
para introducirla de un solo golpe de pelvis.
Dado lo mojada que ya estaba no le costó nada penetrarme hasta el fondo
pues los fluidos vaginales resbalaban por los muslos.
Él subía y bajaba y notaba como su respiración era cada vez más acelerada.
Le cogí por la cintura para poder controlar sus movimientos.
Al cabo de unos instantes se quedó inmóvil.
Yo volví a pensar que ya se había corrido.
Pero no, volví a errar.
Después de un breve intermedio en el que permaneció rígido como una estatua
aceleró el ritmo y me la introdujo hasta el fondo.
Yo perdí el sentido y grité al mismo que sentí el orgasmo.
Él siguió empujando como si mis gemidos no fueran con él
y sin perder la concentración me penetró aceleradamente.
En el momento de eyacular la sacó y la colocó sobre mis pechos.
Quitó el preservativo y me lo llevó.
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