«Nyarlathotep», de H.P. Lovecraft 1n1f44

Esto es esto es extraño terry territorios tras extraña bien bendito sea mi territorio extrañé la azotea el caos que recta no soy el último hablaré al vacío que me oye no recuerdo claramente cuando comenzó fue hace meses la atención general fue horrible a una temporada de agitación política y social se agregó un extraño y melancólico temor a un horrible peligro físico un peligro generalizado y abarcador un peligro que sólo puede imaginarse los fantasmas más terribles de la noche recuerdo que la gente andaba con caras pálidas y preocupadas y susurraba advertencias y profecías que nadie se atrevía a repetir o reconocer conscientemente que había oído una sensación de culpa monstruosa estaba sobre la tierra y de los abismos entre las estrellas dejaban corrientes de frío que causaban que los hombres temblarán en lugares oscuros y solitarios hubo una alteración demoníaca la secuencia de las estaciones el calor se mantuvo en otoño de manera alarmante y fue entonces evidente que el control del mundo y quizá hasta del universo había cambiado de las manos de fuerzas y dioses conocidos dioses que nadie conocía fue entonces cuando en la azotea salió de egipto quién era nadie podía decirlo pero era de la antigua sangre nativa y parecía un faraón los campesinos egipcios se arrodillaban á su brazo pero no podían decir por qué dijo que se había despertado de las tinieblas de veintisiete siglos y que traía mensajes de lugares que no estaban en este planeta a las tierras de la civilización llegó poner la azotea cetrino esbelto y siniestro siempre adquiriendo instrumentos extraños de vidrio y metal y convirtiéndolos en otros aún más extraños hablaba mucho de las ciencias de la electricidad de la psique elogia y daba muestras de un poder que hacía que sus espectadores se quedarán sin palabras pero que aumentaba su fama a una magnitud superior los hombres se aconsejaban entre sí ir a veranear la azotea y se estremecía y donde ni lazos de viva desaparecía al descanso porque las primeras horas de la madrugada se oían alaridos de pesadilla nunca antes había existido un problema público de esa índole ahora los hombres sabios casi deseaban prohibir dormir en la madrugada con el fin de que los gritos de las ciudades perturbarán de una manera menos horrible la luna pálida y compasiva cuando brillaba sobre las verdes aguas que discurren bajo los puentes y dibujan contra un cielo enfermizo los viejos campanarios recuerdo cuando ni el lazo te llegó a mi ciudad