
Descripción de «Eleonora», de Edgar Allan Poe. 4t4s1r
«Eleonora», de Edgar Allan Poe. Una y otra vez volvemos y volveremos a Poe. En esta ocasión narramos el cuento titulado Eleonora, uno de sus mejores relatos románticos. En él, Edgar Allan Poe nos cuenta la historia de amor de una pareja que vive días felices en una suerte de paraíso. Tiempo después, Eleonora, que es más joven que el protagonista, además de ser su prima, enferma de gravedad. Es entonces cuando él le hace un juramento que no podrá mantener siempre. Sí, seguramente esta historia —una más— tenga mucho de su relación en la vida real con Virginia, la que fuera su esposa. Más audios de Poe en nuestra lista de reproducción: https://ivoox.librosgratis.biz/edgar-allan-poe_bk_list_10560889_1.html Música y efectos de Pixabay. Voces en la cabecera de César G. Damiá y Noviembre Nocturno. Si has escuchado hasta el final sin someterte al embrujo de las tierras del sueño y te ha gustado, dale al corazón, suscríbete, comenta, tómate una birra, besa a tu pareja o comparte nuestro contenido en tus redes, no te costará nada, pero a nosotros nos ayudará a llegar a más personas. Ya que nuestro material es gratuito, tampoco pedimos mucho a cambio. Estamos en X y Bluesky como @territorioExt Youtube https://www.youtube.com/@territorioextranerpodcast Web https://dentrodelmonolito.com/ Plataformas de podcasts (Ivoox, Apple, Spotify, Podbean, Youtube ...) https://pod.link/1728125770 Puedes contarnos lo que quieras escribiendo [email protected] 14x1e
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Esto es...
...territorio extra...
...extrañar.
Dos amigos a territorio extraño.
Eleonora, de Edgar Allan Poe.
Imaginación y el ardor de las pasiones.
Los hombres me han llamado loco, pero todavía no se ha resuelto la cuestión de si la locura es o no la forma elevada de la inteligencia, si mucho de lo glorioso, si todo lo profundo nos surgen de una enfermedad del pensamiento, de estados de ánimo exaltados a expensas del intelecto general.
Aquellos que sueñan de día conocen muchas cosas que escapan a los que sueñan solo de noche.
En sus grises visiones obtienen atisbos de eternidad y se estremecen al despertar, descubriendo que han estado al borde del gran secreto.
De un modo fragmentario aprenden algo de la sabiduría propia y mucho más del mero conocimiento propio del mal.
Penetran, aunque sin timón ni brújula, en el vasto océano de la luz inefable.
Y otra vez, como los aventureros del geógrafo nubio, agresi sunt mare, tenebrarum quittim, oe sed exploraturim, diremos pues que estoy loco.
Concedo, por lo menos, que hay dos estados distintos en mi existencia mental.
El estado de razón lúcida que no puede discutirse y permanece a la memoria de los sucesos de la primera época de mi vida.
Y un estado de sombra y duda que pertenecen al presente y a los recuerdos que constituyen la segunda era de mi existencia.
Por eso, creed lo que contaré del primer periodo y a lo que pueda relatar del último.
Conceded tan solo el crédito que merezca o dudad resueltamente y si no podéis dudar, haced lo que edipo ante el enigma.
La amada de mi juventud de quien recibo ahora con calma claramente estos recuerdos, era la única hija de la hermana de mi madre que había muerto hacia largo tiempo.
Mi prima se llamaba Eleonora.
Siempre habíamos vivido juntos bajo un sol tropical en el valle de la hierba irisada.
Nadie llegó jamás sin guía a aquel valle, pues quedaba muy apartado una de gigantescas colinas que lo rodeaban con sus promotorios, impidiendo que entrara la luz en sus más bellos escondrijos.
No había sendero hollado en su vecindad y para llegar a nuestra feliz morada era preciso apartar con fuerza el follaje de miles de árboles forestales y pisotear el esplendor de millones de flores fragantes.
Así era como vivíamos solos, sin saber nada del mundo fuera del valle, yo, mi prima y su madre, desde las confusas regiones más allá de las montañas.
En el extremo más alto de nuestro circundado dominio se deslizaba un estrecho y profundo río y no había nada más brillante salvo los ojos de Eleonora y serpenteando furtivo en su sinuosa carrera pasaba, al fin, a través de una sombría garganta entre colinas aún más oscuras que aquellas de donde saliera.
Lo llamábamos el río de silencio
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