El monstruo de Worcester 1i3z2c

Crímenes y criminales, con Luis Martín Edvalles.

La verdad es que, después de haber conocido ciertas historias, no te extraña tanto que algunos criminales, que algunos asesinos, les pongan ese apodo de El Monstruo.

David Anthony McGreevy nació en Sudburg en 1951.

Era hijo de Bella y Thomas McGreevy.

Era el quinto de seis hermanos.

El padre de David era sargento de la Real Compañía.

Y pasaron gran parte de su infancia moviéndose de una base militar a otra.

Esto quería decir que podía estudiar un año en Inglaterra y a lo mejor otro en Alemania.

El caso es que, según su madre, vivir en Alemania fue la época más feliz que tuvo.

Al parecer, allí los niños eran felices.

El profesor David Wilson, criminólogo, que aparecerá con varias intervenciones a lo largo de este podcast, dijo que la información que tenemos sobre la infancia de McGreevy es que fue bastante normal.

Bella, la madre, declaró posteriormente que solo recordaba un momento llamativo con David, siendo un poco furtivo, siendo un criminal.

Así que cuando vivía la familia en Cardiff, él robó el dinero que tenía ella guardado para hacer la compra de aquella semana.

El profesor Wilson dice que quizá esto puede demostrar cierta impulsividad.

El caso es que era 1967, cuando David McGreevy, que tenía tan solo 15 años en ese momento, decide dejar la escuela.

Él cree que los estudios no son lo suyo y se alista en la Marina Real Británica.

A finales de los años 60, estuvo destinado en la base naval de Portsmouth.

Luego se unió a su primer barco, que fue el HMS Eagle.

Sus colegas de la marina, que lo tuvieron como compañero en aquella temporada, siempre decían que David era alguien que quería tener siempre la última palabra, que era muy arrogante.

Al parecer esto le metió en varios problemas disciplinarios y problemas con las órdenes militares que son muy estrictas.

Pero hubo un momento que ocurrió en el RNAS Brodie, en Pembrokeshire, donde David trabajaba como ayudante, como camarero en el comedor, y de repente dice que vio su nombre escrito en el libro de supooficiales.

Esto creía que le iban a cambiar de trabajo.

Y ahí cometió un error.

En vez de preguntar, en vez de averiguar qué pasaba con ese cambio, decidió darse a la bebida.

Así pues cuando fue llamado, porque le tocaba tener un turno de guardia, estaba completamente borracho y bastante descontrolado.

Y hubo un momento ahí que se desató un poco la locura.

Contaba la criminóloga Elizabeth Jarley.

Él irrumpió en la habitación de un oficial y prendió fuego a una papelera que contenía papeles.

Luego diría que lo hizo por error, al dejar caer accidentalmente una colilla.

Daría la alarma a las dos y media de la madrugada, esperando que la marina creyera que solo era un testigo ocular inocente.

Pero por supuesto, aquellos que observaron el momento no tragaron y él acabó siendo juzgado con un consejo de guerra.

Y de hecho fue juzgado y no fue declarado culpable, pero sí de negligencia.

Fue condenado a 90 días de prisión.

Esto le obligó a tener que pasar pruebas psiquiátricas.

Ciertamente, su superior no reveló los resultados.