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Saga completa de Dune (6 libros) de Frank Herbert
Hijos de Dune, Capítulo 6 (Audiolibro)

Hijos de Dune, Capítulo 6 (Audiolibro) 4p2z5m

21/5/2025 · 18:40
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Saga completa de Dune (6 libros) de Frank Herbert

Descripción de Hijos de Dune, Capítulo 6 (Audiolibro) 13205e

Hijos de Dune es el tercer libro en la saga de Dune escrita por Frank Herbert en 1976. El libro que le precede en la saga es El Mesías de Dune, y el que le sigue es Dios Emperador de Dune. ~ Nueve años después de la muerte de Chani, del final de la conspiración contra los Fremen, y de que el Emperador Paul Atreides, Muad'dib, ciego y solo, caminara hacia el desierto siguiendo la tradición fremen que aseguraba una muerte rápida, Alia, hermana de Paul y con poderes prescientes similares a los de su hermano, se ha casado con el ghola de Duncan Idaho y se sienta en el trono de Arrakis como Regente Imperial, así como tutora y guardiana de los gemelos nacidos en el momento de morir Chani: Leto y Ghanima. ~ 1h651h

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Y este es el camaleón del desierto, cuya habilidad para confundirse con lo que lo rodea, te dice todo lo que necesitas saber acerca de las raíces de la ecología y los fundamentos de la identidad personal. Libro de las diatribas, de la crónica de Haidt. Leto estaba sentado, tocando en un pequeño baliset que le había sido regalado en su quinto cumpleaños por aquel consumado artista del instrumento que era Gurney Halleck. En cuatro años de práctica, Leto había adquirido una cierta fluidez, aunque las dos cuerdas bajas laterales todavía seguían dándole problemas. Sin embargo, había descubierto que el baliset era un buen calmante cuando se sentía atormentado por turbadores pensamientos.

Y este hecho no había pasado inadvertido a Ganima. Ahora permanecía sentado a la luz del crepúsculo en un saliente rocoso, en el extremo de la escarpada cresta que protegía el Siege Tart. Pulsó suavemente el baliset. Ganima permanecía de pie tras él, con su pequeña figura irradiando protesta. No le gustaba haber salido allí a cielo abierto después de saber por Stilgar que su abuela se había retrasado en Arrakem. Había puesto objeciones principalmente al hecho de acudir allí cuando la noche estaba ya tan cerca. Intentando apresurar a su hermano, preguntó, ¿Bueno, y ahora qué te pasa? Por respuesta, él entonó otra melodía.

Por primera vez desde que había aceptado el regalo, Leto se sintió intensamente consciente de que el baliset había surgido de las manos de un maestro artesano de Caladan. Él poseía recuerdos heredados que le producían profundas nostalgias de aquel maravilloso planeta sobre el que había gobernado la casa de los Atreides. Leto hubiera necesitado tan solo relajar sus barreras interiores en presencia de aquella música, para acceder a los recuerdos del tiempo cuando Gourney empleaba el baliset para distraer a su amigo y protegido Paul Atreides. Con el baliset sonando bajo su propia mano, Leto se sintió cada vez más dominado por la presencia física de su padre. Siguió tocando, sintiéndose más unido al instrumento a cada segundo que pasaba.

Notó en su interior la absoluta e idealizada realización de que sabía cómo tocar aquel baliset, a pesar de que sus músculos de niño de nueve años no estaban condicionados para tal conciencia interior. Gourney mataba al solo con el pie en prueba de impaciencia, siguiendo inconscientemente el ritmo de la música que interpretaba su hermano, haciendo con la boca una mueca de concentración. Leto interrumpió la melodía familiar y escogió una canción más antigua incluso que cualquiera que hubiera interpretado Gourney. Era ya vieja cuando los fremen emigraron de su quinto planeta. Las palabras resonaron con un tema senzuni y las escuchó con su memoria mientras sus dedos pulsaban una titubeante versión de la melodía.

La maravillosa forma de la naturaleza contiene una esencia maravillosa, llamada por algunos, decadencia. Por esa maravillosa presencia, nuevas ideas hallan su camino. Las lágrimas derramadas silenciosamente son como el agua del alma. Llaman a la nueva vida con el dolor de existir, un apartado de esta visión que la muerte convierte en completa. Ganym habló a sus espaldas cuando se perdió el eco de la última nota. Es una canción vieja y sucia. ¿Por qué la has escogido? ¿Por qué es la adecuada? ¿Se la cantarías a Gourney? Quizás.

Diría que es estúpida si turna. Lo sé. Leto miró a Ganym por encima de su hombro. No le sorprendía que ella conociera aquella canción y su letra, pero se sintió de pronto maravillado ante aquella identidad de sus vidas paralelas. Uno cualquiera de ellos podía morir, y sin embargo permanecería vivo en la conciencia del otro, con todos sus recuerdos compartidos intactos. Hasta tal punto estaban unidos. Sintió un estremecimiento ante la trama de aquella comunión y apartó su vista de ella. Aquella trama contenía desgarrones, lo sabía.

Su miedo surgía del último de aquellos desgarrones. Sintió que sus vidas se empezaban a separarse y se preguntó, ¿cómo podré hablarle de esto que tan solo me ha ocurrido a mí? Miró hacia el desierto, viendo las profundas sombras tras las barrancadas. Aquellas altas dunas migratorias en forma creciente que se movían como olas en torno a Arrakis. Aquello era el Keden, el desierto profundo, y sus dunas eran señaladas raramente en aquellos días por las irregularidades del avance de un gusano gigante.

El ocaso diseñaba sangrientas estrías en las dunas, derramando una luz en sus crestas. Un halcón se lanzó en picado desde el cielo carmesí, llamando su atención cuando capturó en vuelo una perdiz de las rocas. Directamente debajo de él, en el suelo del desierto, crecían plantas en una profusión de verdes, irrigadas por un canad que fluía parcialmente al aire libre y parcialmente en túneles cubiertos. El agua venía de los gigantescos colectores de las trampas de viento situadas tras él, en la parte superior de las rocas.

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