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Saga completa de Dune (6 libros) de Frank Herbert
Hijos de Dune, Capítulo 2 (Audiolibro)

Hijos de Dune, Capítulo 2 (Audiolibro) 2m382m

14/5/2025 · 13:10
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Saga completa de Dune (6 libros) de Frank Herbert

Descripción de Hijos de Dune, Capítulo 2 (Audiolibro) 21l2a

Hijos de Dune es el tercer libro en la saga de Dune escrita por Frank Herbert en 1976. El libro que le precede en la saga es El Mesías de Dune, y el que le sigue es Dios Emperador de Dune. ~ Nueve años después de la muerte de Chani, del final de la conspiración contra los Fremen, y de que el Emperador Paul Atreides, Muad'dib, ciego y solo, caminara hacia el desierto siguiendo la tradición fremen que aseguraba una muerte rápida, Alia, hermana de Paul y con poderes prescientes similares a los de su hermano, se ha casado con el ghola de Duncan Idaho y se sienta en el trono de Arrakis como Regente Imperial, así como tutora y guardiana de los gemelos nacidos en el momento de morir Chani: Leto y Ghanima. ~ 1h651h

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Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.

¿Has visto al predicador? He visto un gusano de arena.

¿Y qué me dices de este gusano de arena? Nos da el aire que respiramos.

Entonces, ¿por qué destruimos su tierra? Porque Shaith Huluk lo ordena.

Adivinanzas de Arrakis, por Hard Aladá.

De acuerdo con la costumbre fremen, los gemelos Atreides se levantaron al alba.

Bostezaron y se despertaron con un secreto sincronismo en sus respectivas estancias adyacentes.

Notando la actividad en todo el complejo de la caverna a su alrededor, pudieron oír a los sirvientes preparando el desayuno en la antecámara.

Unas simples gachas de dátiles y nueces batidas con extracto de especie parcialmente fermentada.

Había globos en la antecámara, y su suave luz amarillenta entraba por las arcadas de la puerta a los dormitorios.

Los gemelos se vistieron rápidamente a la suave luz, cada uno de ellos oyendo los ruidos que hacía el otro allá al lado.

Como si se hubieran puesto de acuerdo, se enfundaron los destiltrajes contra los torridos vientos del desierto.

Luego la real pareja salió de la antecámara, notando el súbito embaramiento de todos los sirvientes.

Leto llevaba una capa color canela de bordes más oscuros sobre su destiltraje gris reflectante.

Su hermana se rebujaba en una capa verde.

Las dos capas se sujetaban a sus cuellos con un broche con la forma del halcón de los Atreides, dorado, con joyas rojas como ojos.

Viendo su elegancia, Hara, una de las mujeres de Stilgar, dijo, «Veo que os habéis engalanado para honrar a vuestra abuela».

Leto tomó el bol de su desayuno antes de mirar al rostro curtido de Hara.

Agitó la cabeza.

«¿Cómo sabes que no nos estamos honrando a nosotros mismos?» dijo.

Hara sostuvo imperturbable aquella mirada insolente y dijo, «Mis ojos son tan azules como los tuyos».

Ganimas se echó a reír.

Hara siempre había sabido usar las palabras a la manera fremen.

Con aquella frase había dicho, «No te me insolentes, muchacho. Puedes pertenecer a la realeza, pero ambos llevamos el estigma de la adicción a la mélange.

Ojos sin blanco.

Kéfreme necesita más elegancia o más honores que éste».

Leto sonrió y agitó pesaroso la cabeza.

«Hara, mi amor, si fueras más joven y no pertenecieras a Stilgar, te haría mía».

Hara aceptó aquella pequeña victoria fácil, haciendo señas a los demás sirvientes para que prosiguieran preparando las estancias para las importantes actividades de aquel día.

«Tomad vuestros desayunos», dijo.

«Hoy van a necesitar todas vuestras energías».

«¿Entonces crees que no vamos lo suficientemente elegantes como para recibir a la abuela?» Preguntó Ganima hablando con la boca llena de comida.

«No le tengas miedo, Gani», dijo Hara.

Leto tragó un bocado de gachas lanzando una mirada inquisitiva a Hara.

La mujer era infernalmente astuta.

Había comprendido inmediatamente las secretas intenciones de aquel emperifollamiento.

«¿Pero ella creerá que la tememos?» Preguntó Leto.

«Seguro que no», dijo Hara.

«Fue nuestra reverenda madre, recuérdalo, conozco sus maneras».

«¿Cómo va vestida Alia?» Preguntó Ganima.

«No la he visto», dijo Hara secamente girando y alejándose.

Leto y Ganima intercambiaron una mirada de inexpresados secretos apresurándose a terminar sus desayunos.

Luego salieron al gran pasillo central.

Ganima habló en uno de los antiguos idiomas almacenados en sus memorias genéticas.

«Así que hoy tendremos una abuela».

«Esto preocupa mucho a Alia», dijo Leto.

«¿A quién le gustaría perder una tal autoridad?» Preguntó Ganima.

Leto se echó a reír suavemente, una sorprendente risa adulta en un cuerpo tan joven.

«Es mucho más que eso.

¿Podrán los ojos de su madre observar lo que nosotros hemos observado?» «¿Y por qué no?», murmuró Leto.

«Sí, eso podría causar los temores de Alia.

¿Quién puede saber más de una abominación que otra abominación?» Preguntó Leto.

«Podemos estar equivocados, ¿sabes?» Dijo Ganima.

«Pero no lo estamos».

«Y si todo el libro de Azhar de la Benigeserit.

Y es con razón y con terrible experiencia que llamamos al prenacido abominación.

Porque ¿quién sabe qué terrible persona de nuestro infernal pasado emergerá a través de la carne viviente?» «¿Conozco esa historia?» Dijo Ganima.

«Pero si esto es cierto, ¿por qué nosotros no sufrimos ese asalto interior?» «Quizá nuestros padres montan guardia dentro de nosotros», dijo Leto.

«Pero entonces, ¿por qué Alia no tiene sus propios guardianes?» «No lo sé.

Podría ser porque uno de sus padres permanece aún entre los vivos.

Podría ser simplemente porque nosotros somos todavía jóvenes y fuertes.

Quizá cuando seamos mayores y más cínicos, tendremos que tener mucho cuidado con esa abuela».

Interrumpió Ganima.

«Y no discutir acerca del predicador que vaga por nuestro planeta divulgando herejías.

No creerás en serio que se trata de nuestro padre.

No hago ningún juicio al respecto.

Pero Alia le teme».

Ganima agitó enérgicamente su cabeza.

No puedo creer eso.

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