Ep.15 Hidratación y Obesidad. 5r6r51

Hola a todos y bienvenidos a un nuevo podcast de Que No Te Cuenten Podcast. Soy Ángel Rueda y ya sabes que este podcast no lleva filtros, no lleva cortes, no lleva nada. Voy a pelo y voy rápido y conciso. Y hoy te voy a dejar claro dos cositas. Efectivamente, llevo dos programas hablando sobre agua. Y llevo dos programas hablando sobre agua por algo muy concreto y es que después de ocho meses, como ya sabéis, que ya os lo dije en el podcast anterior, después de mi viaje a Japón y después de todo esto, pues he empezado una nueva cruzada porque durante estos últimos cuatro años me he dado cuenta que mucha gente no pierde peso porque no tiene ni puñetera idea de beber agua.

Entonces hoy voy a dejar muy claro la relación que tiene el agua con nuestra obesidad. Atentos a esto. Voy a dejar muy claro la relación que tiene el agua con la obesidad y con la manera de comer y con todo lo que comemos y por qué lo comemos y por qué el agua concretamente, concretamente el agua que estamos bebiendo no es la idónea. Pero para eso, bueno, pues tengo que empezar por el principio y el principio es efectivamente el agua.

Es el líquido que das por hecho, ¿vale? Ya damos por hecho, el agua es agua y ya lo damos por hecho y crees que bebes lo suficiente y piensas que te hidrata y lo que hace en realidad es pasarte por dentro como si fueras un colador. Igual que entra, sale, ¿vale? No hace mucho más. Y aquí viene el episodio de hoy, ¿vale? Porque tienes hambre. Yo sé que tú tienes hambre. Sé que siempre tienes hambre y sé que siempre estamos hambrientos. A todas horas tenemos hambre porque tenemos la comida a demanda.

Pero ahora deberías de hacerte la pregunta, ¿tienes hambre o sólo estás más seco que la mojama, como decía mi abuelo? Y ahí es donde está el problema, ¿vale? ¿Te has parado a pensar alguna vez que esa sensación de hambre rara, de cansancio justificado, de antojo salado a las diez y cuarenta y siete de la mañana, no será que estás seco? Parece una pregunta tonta, pero te sorprendería la cantidad de gente que confunde sed con hambre. Gente que ha hecho un máster, gente que se ve todas las series de médicos en Netflix, que conoce al doctor House y a Urgencias y al Pit este nuevo y a todos. Y gente con mucha, mucha preparación no sabe distinguir un bajo en desodio de un antojo emocional. Y no, no es sólo beber agua.

Vamos a ver, todos conocemos a esa gente que va con el litro y medio por la calle como si no hubiera un mañana. Esos que van por el paseo marítimo con su botellita de plástico, que por cierto, encima de plástico, sí, sí, sí, que pone libre de BAD, vale, pero va llena de plástico. Y no, no, no es eso, porque si no reponen los minerales que tu cuerpo pierde cada día, eso no es hidratación. Es pasar por el baño como si fuera la pasarela Cibeles. Voy, me doy una vuelta y vuelvo. Y no consiste en eso, ¿vale? Esto es mucho más, porque claro, reponer los minerales lo hacían nuestros antepasados con el agua que tenían.

Y aquella agua sí tenía minerales, pero la de hoy, esa que has comprado en el líder que lleva ocho meses en una botella, en un almacén y otros cuatro que la sacaron de un manantial que está intoxicado, vamos a decir infectado, con los acuíferos llenos de porquería y de hormonas y de anticonceptivos y de cantidad de mierdas.

Y que se ha recargado ese acuífero, por supuesto, con las nubes que están contaminadas del sector automovilístico, del sector de la aviación, del sector ganadero. Bueno, pues eso, lo que tenemos es mierda, ¿vale? Pero no voy a ser catastrófico, ¿vale? Estamos bebiendo un agua que está justita, justita, justita.