Edición fría (Ramsey Campbell) 6b6m1f

Sólo los esbirros de Tulum no se atreven a hablar de Igolonak, sin embargo, llegará el momento en que Igolonak salga de la soledad de los eones para caminar una vez más entre los hombres.

Revelaciones de Graa'ki, volumen 12 Sam Struth se lamió los dedos y se lo secó con el pañuelo.

Las yemas estaban grises por la nieve del poste en la plataforma del autobús.

Luego sacó su libro de la bolsa de polietileno que había en el asiento junto a él, sacó el boleto del autobús de entre las páginas, lo sostuvo contra la taba para protegerlo y comenzó a leer.

Como sucedía, a menudo el conductor asumió que el billete autorizaba el viaje.

Struth no se lo aclaró.

Afuera, la nieve se arremolinaba por las calles laterales y se deslizaba bajo las ruedas de cautelosos automóviles.

El agua nieve le salpicó las botas cuando salió de Bridgestone Central, y acurrucando la bolsa debajo de su abrigo para mayor seguridad, se abrió camino hacia la librería, pisando los copos de nieve que se asentaban.

Los es de vidrio del local no estaban completamente cerrados.

La nieve se había filtrado y empañado en los lustrosos libros de bolsillo.

—¡Mira eso! Struth se quejó a un joven que estaba a su lado y miró ansiosamente a la multitud, hundiendo su cuello dentro de su abrigo como una tortuga.

—¿No es repugnante? A esta gente simplemente no le importa.

El joven, aún buscando los rostros húmedos, asintió abstraído.

Struth se dirigió al otro mostrador del puesto, donde la asistente estaba repartiendo periódicos.

—Hola, dijo Struth.

El asistente, ordenando el cambio para un cliente, le indicó que esperara.

Sobre los libros de bolsillo, a través del cristal humeante, Struth observó al joven correr hacia adelante y abrazar a una chica, luego secarle suavemente la cara con un pañuelo.

Struth miró el periódico que sostenía el hombre que esperaba el cambio y leyó.

—Brutal asesinato en iglesia en ruinas.

La noche anterior se había encontrado un cuerpo dentro de los muros sin techo de una iglesia en Lower Blisester, cuando la nieve había sido quitada de esta imagen de mármol.

Se habían revelado espantosas mutilaciones cubriendo el cadáver, mutilaciones ovaladas que parecían… El hombre tomó el periódico de su cambio.

El asistente se volvió hacia Struth con una sonrisa.

—Siento haberte hecho esperar.

—Sí, dijo Struth.

—¿Te das cuenta que esos libros se están llenando de nieve? La gente puede querer comprarlos.

—¿Quieres comprar uno? Respondió el asistente.

Struth apretó los labios y se volvió hacia las ráfagas de nieve.

Detrás de él escuchó la puerta del local al abrirse.

En las estanterías los títulos asomaban la cara mientras los demás daban la espalda.

Unas niñas se reían tontamente ante las cómicas postales navideñas.

Un hombre sin afeitar fue arrastrado por una ráfaga y se detuvo, mirando a su alrededor con inquietud.

Struth chasqueó la lengua.

—No se debería permitir que los vagabundos ensuciaran los libros en las librerías.

Mirando de reojo para observar si el hombre doblaba las páginas o rompía los lomos, Struth se movió entre los estantes.