DEx 08x37 Los fantasmas más antiguos del mundo: Terror en Mesopotamia 165u2z

Hola amigos, hola amigas, bienvenidos una semana más a nuestra cita en estos días extraños.

Últimamente me desconcierta lo que ocurre en ese otro universo paralelo que son las redes sociales, un mundo que a veces parece tener sus propias reglas, sus propios dioses y desde luego sus propias guerras.

Hoy quiero detenerme en una de esas tendencias modernas que me resultan tan inquietantes como incomprensibles, la caza de identidades en internet, el famoso doxeo, y por supuesto esa guerrilla ideológica que se libra en la sombra, lejos de la luz, en trincheras hechas de tweets, de memes, de nombres inventados, porque si algo define a estos días extraños es precisamente eso, que las batallas más feroces ya no se libran en las calles, sino en las pantallas.

Pero aclaremos conceptos porque no todo el mundo tiene por qué estar al tanto del argot digital, ¿qué es eso del doxeo? Pues en pocas palabras doxear es sacar a la luz la identidad de alguien, la identidad real, que hasta ese momento actuaba bajo un pseudónimo en internet, es decir, ponerle la cara, ponerle nombre, ponerle apellidos, a ese que quizá por timidez, quizá por precaución, la mayor parte de las veces por mala fe o simplemente por gusto prefería mantenerse en el anonimato, ¿y para qué se hace esto? Pues casi siempre también con mala fe, con fines poco nobles, escarnio público, represalia, o sencillamente porque en esta época de trincheras ideológicas las viejas peleas se han mudado de las calles a los timelines y los foros.

El doxeo es la nueva piedra que se lanza en las guerras de bandos que se libran cada día en la red, una herramienta poderosa, inexplicablemente poderosa, ahora me extenderé en eso, y también peligrosa y desde luego muy propia de estos días extraños.

Permitidme que eche la vista atrás, aunque solo sea un momento, porque esto del debate público, el intercambio de ideas, hasta el enfrentamiento dialéctico, no es ninguna novedad.

Lo que sí ha cambiado, y mucho, son las reglas del juego.

Antes, cuando alguien tenía algo relevante que decir, lo hacía a cara descubierta, salías al ruedo, te jugabas el tipo y sobre todo firmabas lo que decías con tu nombre y apellidos, básicamente lo que hago yo todos los días, cada vez que abro el micrófono lo hago exponiendo mi nombre, mi voz y por supuesto mis opiniones, y no creáis que eso sale gratis, a veces mis posturas, mis reflexiones o simplemente los temas que decido tratar me han costado cientos de seguidores de una tacada, pero así son las reglas del juego, uno da la cara, se arriesga y apechuga con las consecuencias, sean halagos o palos.

Pero ahora mismo el panorama es bien distinto, basta darse una vuelta por cualquier red social para toparnos con una auténtica legión de nombres inventados, monigotes, avatares variopintos, algunos más creativos que otros, y biografías más falsas que una moneda de tres euros.

Y sin embargo, son estos personajes de cartón piedra los que dictan sentencia, reparten carnés de pureza ideológica y marcan tendencia desde la más absoluta comodidad del anonimato.

Es curioso, nunca hemos tenido tantas voces opinando, ni tan poca claridad sobre quiénes son realmente, es un fenómeno digno de este programa, eso sí aquí seguimos algunos firmando y aguantando el chaparrón, porque al menos yo y otros cuando opinamos lo hacemos mirando a los ojos, aunque sea a través de un micrófono.

Y aquí es donde sinceramente me pierdo, porque hay algo que no termino de entender.