
Asesinato en vacaciones- La Ultima Navidad 1x3k4l
Descripción de Asesinato en vacaciones- La Ultima Navidad 533j3q
Las navidades y festividades deben ser un momento de alegría en el que la familia y los amigos se reúnen para celebrar esa época del año. Pero cuando los de la familia se ven obligados a ocupar el mismo espacio durante demasiado tiempo, a menudo la alegría y el júbilo pueden acabar transformándose en ira y resentimiento. Esta serie relata historias en las que los ánimos exacerbados y los viejos rencores familiares terminan por desencadenar crímenes violentos y escalofriantes que arruinan la alegría de las celebraciones. Nada destroza más el espíritu festivo que un asesinato. 555d1k
Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.
Este programa contiene recreaciones dramatizadas y material que pueden herir la sensibilidad de algunos espectadores.
Navidad en el suroeste de Florida es algo precioso. La gente lo considera el paraíso.
Es una época súper feliz para la familia.
Miré fuera y había un montón de policía.
Ella me dijo, es lo más horrible que he visto en mi vida.
¿Quién habría querido colarse en su casa y asesinarlos a sangre fría? Dijo que había visto un encapuchado andando por la calle.
Muchos vecinos no querían hablar. Creo que tenían miedo.
Recuerdo que llamaron a la puerta y la realidad nos golpeó, nos conmocionó.
Querían que la gente les dijera quién era, de qué les conocía.
Y por si fuera poco, pasó en Navidad.
Asesinato en vacaciones. La última Navidad.
Fort Myers está en el condado de Lee, en el sudoeste de Florida, como 50 kilómetros al norte de Naples.
Y es una comunidad agradable.
Tiene algunas zonas tranquilas. Es un sitio donde puedes criar a tus hijos y dejar las bicicletas fuera sin preocuparte porque las roben.
Sin embargo, cuando llega la Navidad, esta pequeña ciudad del sur de Florida cobra vida.
La Navidad en el sudoeste de Florida es un poco diferente.
La gente pone lucecitas en sus palmeras, como se haría en el norte con los abetos, pero no hace falta abrigarse para comprar los regalos de Navidad, así que la gente dice que es el paraíso.
En 2004, Stephen Andrews, un paisajista de 28 años, se había mudado a Fort Myers con su esposa, Michelle.
Se habían mudado desde Minnesota porque Stephen Andrews había conseguido un trabajo nuevo y tenían un hijo pequeño.
Recuerdo con bastante claridad cuando se mudaron.
Él era un hombre alto. Parecía muy atlético. Siempre estaba en buena forma. Costaba seguirle el ritmo.
Michelle era nutricionista. Trabajaba en una residencia cercana.
Me recordaban a Barbie y Ken. Así los veía yo.
Y el hijo era como Bambam de los Picapiedra. Era la típica familia americana. Perfecta.
Y para esta pareja ideal, no podía haber un barrio mejor que la prestigiosa comunidad Gateway.
Gateway es de clase media-alta un poco más adinerada. Una zona muy buena.
Algunos deportistas profesionales se compran casas allí.
Hace honor a su nombre. No es que estés tras los muros de una fortaleza ni nada parecido.
Es una urbanización enorme. Estaba vallada y daba sensación de seguridad.
Era como el sueño americano. Había gente ajena entrando y saliendo.
Lo cual hacía que fuera más segura, pero eso no te garantiza nada.
Cuando llegó la Navidad de 2005, los vecinos se fijaron en que varias personas iban y venían de casa de los Andrews, incluidos los padres de Steven, de visita desde Minnesota.
Las familias solían ir de visita. En Navidad siempre hay un montón de gente por casa y era genial.
Era una de las mejores cosas de esa pareja. Estaban muy unidos a su familia.
Tenían un árbol de Navidad muy grande y bonito en su casa. Tenían la escalera decorada.
Su hijo tenía una edad perfecta para creer en Papá Noel.
Y todas esas cosas tan divertidas que implica eso. Así que era una época súper feliz para la familia.
Después de varios días festivos, la familia de Steven se volvió al norte y la joven pareja se preparó para el Año Nuevo.
Pero el 27 de diciembre de 2005, la centralita de emergencias del condado de Lee recibió una llamada desconcertante.
Se podía oír a la teleoperadora hablando, pero al otro lado no había nadie.
Pero sí que había alguien en la línea. El hijo de dos años de Steven y Michelle.
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