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Alguien Esconde Algo- El Salón de los Horrores 126f2k
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Cuando las pistas se agotan y un caso se enfría, sólo hay una cosa que hace que los investigadores sigan adelante, la corazonada de que alguien está escondiendo algo. Esta serie sigue a los detectives en su búsqueda por encontrar a esa persona que tiene la pista definitiva que permitirá arrojar luz sobre el caso y resolver el rompecabezas. Desde familiares y amigos en duelo, hasta amantes despechados y testigos, los investigadores estudian minuciosamente cada detalle y discrepancia para descubrir el móvil del asesinato, así como la razón de ocultar una prueba clave. 5g2k60
Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.
El primer agente llegó sobre las nueve de la noche.
Este caso fue brutal.
Estaba atada a la parte superior del calentador de agua.
No habían tocado nada más.
No era un robo.
La testigo lo vio saltar desde la ventana.
Creíamos que era la persona que había cometido el crimen.
Había varios hombres que le daban un poco de miedo.
Tenía antecedentes de violencia contra las mujeres.
Me dijo que si decía algo, me mataría.
Recibíamos muchas llamadas y pistas, pero eran callejones sin salida.
Lo único peor que un asesinato es un asesinato sin resolver.
En este caso, definitivamente alguien escondía algo.
Cuando los asesinatos son difíciles de resolver y las pistas se enfrían, solo una cosa anima a los agentes de policía a seguir adelante, saber que alguien esconde algo.
Pero ¿quién tiene la pista crucial que condenará al asesino? Alguien esconde algo.
El salón de los horrores.
Rovac, en Carolina del Sur, es una ciudad dormitorio del condado de Espartambur, situada al pie de la cordillera Azul, a 160 kilómetros al noroeste de la capital del estado, Colombia.
Rovac es una zona de clase media situada a las afueras de Espartambur.
Tendrá una población de 3.500 o 4.000 personas.
Rovac es uno de esos lugares del sur en los que todos se conocen.
Tranquilo, con gente amable, no se cometen muchos crímenes en esa zona.
Pero una noche de verano de 1995, la paz de la localidad se ve perturbada cuando alguien llama a emergencias, alertando de un robo en un salón de belleza de Rovac.
El primer agente llegó sobre las nueve de la noche.
El local no estaba cerrado, abrió la puerta y al entrar hay un baño enfrente, al otro lado de la entrada.
Desde allí vio a una mujer blanca, estaba sangrando.
Tenía una cinta alrededor del cuello, estaba sentada, pero colgaba del calentador de agua.
La declararon muerta allí misma.
El forense dictaminó que la causa fue la asfixia.
La identifican como la dueña del salón de belleza Dana Sutterfield, de 27 años.
Dana tenía dos hijos.
Era amable y extrovertida, era conocida y respetada.
Todos hablaban bien de ella.
Dana era una persona en la que todos confiaban, se fiaban de ella.
Era la típica esteticista con la que te sientas y empiezas...
A hablar de tus preocupaciones y ella te escucha.
Ella era así.
El sargento Rick Gregory llega a la escena del crimen.
Este caso fue brutal.
Había manchas en el suelo que nos hicieron pensar que seguramente habían arrastrado el cuerpo de Dana hasta el calentador.
La habían golpeado brutalmente.
Tenía los ojos hinchados, cortes en la cabeza, una gran cantidad de moratones en la cara, las mejillas, el pecho...
Al sargento se le une en la escena del crimen el inspector Alan Wood.
Las lágrimas habían hecho que se le corriera la máscara de pestañas.
Tenía la garganta roja, como si la hubieran estrangulado hasta el punto de no poder respirar.
Era evidente que había tratado de aflojar la atadura o quitársela.
Tenía marcas de las uñas bajo la mandíbula.
Estaba elevada unos 5 centímetros sobre el suelo, atada a la parte superior del calentador de agua.
Ya en ese momento sospechamos que la habían agredido sexualmente.
Los técnicos de la escena del crimen recogen muestras de sangre y cabello para analizarlas en busca de ADN.
Mientras los agentes examinan el local.
No habían tocado nada más.
La entrada no había sido forzada.
Por lo tanto, o no había cerrado la puerta o dejó entrar a la persona.
La caja registradora estaba intacta, el dinero seguía allí.
Su bolso estaba allí, las llaves de su coche.
Supimos inmediatamente que no era un robo.
La cinta que encontramos alrededor del cuello de Deina medía un centímetro de ancho.
Al examinar el resto del local, encontramos un bolso al que le faltaba una de las agujas.
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