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Bienvenida y bienvenido a Cuidarte, un espacio semanal para compartir inspiración e ideas sobre autocuidado.

Soy Marta Reguero, periodista, profesora de yoga y meditación y coach personal.

Ponte cómoda, ponte cómodo que empezamos.

Bienvenidas, bienvenidos a este episodio de Cuidarte, un espacio en el que hablamos, reflexionamos, discutimos sobre técnicas, sobre sistemas, sobre ideas que nos van ayudando a sentirnos mejor, a encontrar equilibrio, a encontrar salud en nuestra mente, en nuestro cuerpo, en definitiva a encontrarnos bien, a podernos cuidar sin que cuidarnos suponga un acto egoísta o que genere culpas, porque cuidándonos a nosotros seguramente tengamos una mejor disposición para cuidar de los demás, para establecer relaciones más nutritivas, relaciones mejores y poder cuidar de los otros y poder establecer mejores vínculos con los otros.

Hoy vamos a hablar de la mente, del cerebro, vamos a hablar de cómo nuestro sistema cognitivo, nuestra forma de pensar influye en las emociones.

Hay una conexión importante entre nuestros pensamientos y cómo nos sentimos.

En realidad hay una relación importante entre nuestros pensamientos y nuestro comportamiento.

Hay una cadena de procesos en los que un pensamiento va generando una emoción, un comportamiento que en ocasiones cuando es repetido se convierte en un hábito y en el día a día funcionamos sostenidos por esos hábitos.

Por eso me parece interesante abordar algo que nos puede dar luz para entendernos.

Muchas veces buscamos comprendernos y cuando esa lucecita se enciende y percibimos nuestro sistema de funcionamiento mental, emocional con algo más de claridad tenemos más recursos para elegir.

Como siempre os digo, parte de esa libertad de elegir viene justamente de no seguir solamente lo automático, sino poder desmenuzar en un momento dado qué es lo que está ocurriendo, qué es lo que nos hace sentir mal y una vez que lo vemos con más claridad, con mucho de manera manifiesta, tenemos la posibilidad de influir.

Podemos elegir qué hacer con nuestros comportamientos, qué hacer con nuestra conducta y de esa manera no siempre podemos intervenir directamente en qué hacer con nuestra emoción, pero sí podemos encontrar mecanismos que alimentan ciertas emociones o que alimentan ciertos pensamientos y esa es la forma en la que vamos construyendo un aprendizaje, aprendizaje emocional, aprendizaje que se basa justamente en conocernos a nosotros mismos para a partir de ahí asumir la responsabilidad que tenemos sobre todo ello.

Yo no soy muy partidaria de quedarnos solamente en la explicación, yo sé que produce alivio, hay una trayectoria en este autoconocimiento y ahora inevitablemente como hay más difusión de contenido pero también hay una difusión más reducida de lo que se cuenta o algo más sesgada.

Los mensajes que leemos en redes sociales, en estos canales de consumo rápido suelen ser muy reduccionistas, entonces nos van dando ideas y ahora es muy común que todos hablemos de nuestro niño interior, que hablemos de esa herencia o de ese trauma infantil que por el que todos pasamos y va formando parte de nuestro vocabulario pero con el riesgo de que ocurre o lo integramos de una forma reducida porque solamente con entender por qué hacemos ciertas cosas o cuál ha sido el origen de que nosotros hoy podamos tener uno u otro sentimiento, uno u otro comportamiento, solamente quedarnos en esa explicación yo creo que es excesivamente conformista y llega un momento en la vida en el que después de haber generado mecanismos que son puramente de supervivencia, también los emocionales, un niño no desarrolla mecanismos emocionales para ser mejor persona o para ser más feliz, lo que busca sobre todo es la supervivencia y la supervivencia pasa por satisfacer una serie de necesidades en las que ser cuidado, ser visto por el cuidador, ser integrado en un grupo, sentirse protegido y sentirse parte del grupo que le va a cuidar es esencial, pues esos primeros recursos que construimos no necesariamente son los que nos van a sostener el resto de nuestra vida adulta, por lo tanto llega algún momento en el que nos planteamos si lo que hemos aprendido de forma automática o de forma estrictamente orientada a esa supervivencia emocional, física, social.