230. Cómo transformar la envidia en crecimiento personal 584g72

Cuando tú estás envidiando a alguien, en el fondo lo iras, pero envuelves esa iración de frustración, la buena suerte es una manera de definir esos valores que se integran y se convierten en virtudes y te transforman la vida, pero no sólo a ti, a los demás también.

O sea, si tú miras todas las personas que han dejado una huella significativa en el mundo, todas, podemos hablar de los tópicos, ¿no? Gandhi, Mandela, Teresa de Calcuta, pero es que hay muchas personas anónimas, todos tenemos en nuestras familias algún referente, algún abuelo, alguna abuela, alguien que que la gente quería, que la gente respetaba, si no en la familia directa, indirecta, o en nuestra tribu, en nuestro pueblo, hay alguien que tiene esa persona.

Y entonces, sé inteligente, sal de la cultura de la envidia y entra en la cultura de la iración, porque la envidia es la iración vestida de frustración.

Cuando tú estás envidiando a alguien, en el fondo lo iras, pero envuelves esa iración de frustración porque él tiene lo que tú querrías tener.

Por lo tanto, irar quiere decir mirar hacia arriba.

Ostras, este tío tiene lo que yo quería tener, pero como yo no lo tengo, es un cabrón, algo habrá hecho mal.

No seas idiota, no seas imbécil.

Hombre, evidentemente, si es un ladrón o es un mal parido, pues lógico, pero si es un tío o una mujer que se lo ha currado, en lugar de envidiar, dale un pequeño giro a tu ser.

¿Qué es lo que envidio? ¿Qué estoy envidiando? La pasta que tiene. No, no vas por ahí.

¿Cómo ha llegado esa pasta? ¿O cómo ha llegado esa posición? ¿O cómo ha llegado esa reputación? ¿Qué hace? ¿Qué hace? ¿Qué habilidades tiene? Pues venga, comienza, trabájatelas.

Y entonces verás cómo dejarás de envidiar porque entrarás en un camino de coherencia con aquello a lo que iras y antes envidiabas.

¿Y crees que se pueden provocar momentos de esa suerte o el azar? Nunca sabes cuándo va a venir.

La buena suerte tú la creas creando circunstancias donde lo imposible se haga posible y una vez es posible cada vez más probable.

Es así de simple.

Si tú quieres cosechar lechugas, ¿qué tienes que hacer? Mover la tierra, ponerle abono, regarla y saber si el tipo de tierra es más ácida o más alcalina, si tienes que poner más arena o más abono, qué tipo de riego para no encharcar y para no dejarla seca. Es decir, te tienes que informar qué tipo de vitaminas, qué tipo de minerales y entonces dirás, ¡guau, qué cosecha! Y tus amigos vendrán a casa y les harás la ensalada del huerto y van a flipar.

Pero tienes que crear las circunstancias.

Por eso, en ese terreno baldío, si tú no preparas nada, no va a crecer nada.