203. Un pastor a ras de suelo 1u2u3l

Hola, ¿qué tal estás? Unos días después de que el cuerpo del Papa Francisco recibiera sepultura en la Basílica de Santa María la Mayor, las emociones y pensamientos sobre su pontificado han ido asentándose poco a poco. Sin embargo, en la vida de la iglesia, de quien siempre se dice que funciona con tiempos más lentos, resulta que tras el fallecimiento del pontífice parece que mucha gente quisiera adelantar los relojes hasta el momento de conocer la elección de su sucesor tras el cónclave.

Esa prisa de la que ya hablábamos la semana pasada por saber lo que vendrá después, si se borrarán las huellas en la arena o si se respetarán los caminos abiertos, hace que muchos matices relacionados con la vida de Francisco se nos escapen. En el episodio anterior viajamos hasta más allá de los límites de la cristiandad para mirar al difunto pontífice a través de los ojos de seguidores de otras religiones.

Hoy nos acercaremos un poco más hacia la Plaza de San Pedro y escucharemos voces de puertas hacia adentro. Quédate conmigo durante la próxima media hora y desvelemos en compañía mutua algunos aspectos de lo que significó el pontificado de Francisco. Soy José Antonio y te doy la bienvenida al docentésimo tercer episodio.

Decíamos la semana pasada que Francisco continuaba visibilizando gestos incluso después de fallecer, a propósito de las 40 personas que esperaron a su féretro a las puertas de la Basílica de Santa María la Mayor. Todas ellas frágiles, vulnerables o pertenecientes a colectivos habitualmente marginalizados. Fueron las últimas que se encontraron con Francisco antes de su entierro. Una clara alusión a la primacía o la preferencia de Dios por los últimos descartados e invisibles del mundo.

La tumba en la que reposan los restos del pontífice también es un símbolo en sí misma. Sin ornamentos ni distinciones especiales, a ras de suelo, accesible también para personas con movilidad reducida, para poder estar cerca de todos, todos, todos, tal como le gustaba en vida y como lo puso en práctica hasta unas horas antes de que su cuerpo se apagara.

Hay además otros elementos mucho menos aparentes a simple vista, que aunque requieren de un trabajo intelectual más profundo, no por ello resultan menos elocuentes. Escuchábamos hace siete días al patriarca ecuménico de Constantinopla hablar sobre sus planes con Francisco para celebrar el aniversario número 1700 del concilio de Nicea. Una oportunidad excelente para seguir trabajando por el acercamiento entre la Iglesia Católica de Roma y la Iglesia Católica Ortodoxa.

El lugar donde Francisco ha sido enterrado también nos apunta en esa dirección. La Basílica Papal de Santa María la Mayor guarda, como ya sabes, el icono mariano que conocemos como Salus Populi Romani, una imagen de María con el pequeño Jesús en brazos, la misma que Francisco visitaba antes de cada uno de los viajes apostólicos que llevó a cabo. Ese templo, el de Santa María la Mayor, encuentra su origen en el Papal Iberio, el número 36 en la lista de papas.

Un patricio llamado Juan tuvo un sueño en el que se le pedía que construyera una iglesia allí donde encontrará nieve fresca. Resulta que en agosto del año 358 nevó en Roma y este hombre fue a visitar al Papal Iberio para contarle lo de su sueño. Finalmente se levantó el edificio de la iglesia y con el paso de los siglos fue remodelándose sucesivamente hasta ser lo que existe hoy día.

Es llamativo que fuese precisamente el Papal Iberio aquel que diese el visto bueno para la construcción del templo donde reposa Francisco. En la propia tumba del Iberio, según el arqueólogo romano Giovanni Battista de Rossi, dice lo siguiente.

Un vencedor en el sínodo. Te sobrepusiste a los contrincantes. La elección de la fenicena triunfó sobre los sacrílegos, aunque fueran muchos. Tú tomaste la lucha con tus manos.

Y es que el Papal Iberio mantuvo un enfrentamiento con el emperador Constancio hasta el punto de ser exiliado. Constancio había asumido como ciertas las ideales.