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Descripción de 10. Aquelarre en el baño y la hermandad femenina 1n2bi
Hoy mientras preparo mi café y escuchas el sonido de la cafetera quiero hablarte de algo muy importante: ¿Por qué las mujeres vamos juntas al baño? "Un Beso en la Taza" ☕ es un espacio íntimo para reflexionar, sentir y conectarse con esos momentos de calma que a menudo se pierden en el bullicio de la vida. En este podcast, te invitamos a un café y a sumergirte en historias, pensamientos, recuerdos y emociones. Creado y producido por Olga Paraíso, "Un Beso en la Taza" es ese rincón cálido que te acompaña en tu día. Si disfrutas de las pausas significativas, las palabras que llegan al alma y el encanto de los pequeños momentos, este es tu lugar. ¡Suscríbete al canal y activa la campanita para no perderte ningún episodio! Comparte este espacio con quienes también buscan un momento de serenidad en su día. PODCAST creados por OLGA PARAÍSO 🚀Historias para ser Leídas https://go.ivoox.librosgratis.biz/sq/583108 ☕Un beso en la taza https://go.ivoox.librosgratis.biz/sq/583108 y en este canal de YouTube. Voz, sonido y vídeo: Olga Paraíso 🛑BIO Olga Paraíso: https://instabio.cc/Hleidas Puedes adquirir mi primer libro en Amazon - formato bolsilibro y en Ebook y muy pronto en tapa dura: Crónicas vampíricas de Vera https://amzn.eu/d/biMtMZs Gracias y hasta el próximo Café!!☕ 1c6h4u
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Bienvenidos a Un beso en la taza. Soy Olga Paraíso, ese espacio donde cada sorbo de café nos lleva a reflexionar sobre las pequeñas cosas de la vida.
Hoy, mientras preparo mi café y escuchas el sonido de la cafetera, quiero hablarte de un misterio que seguramente ya has notado.
Especialmente si alguna vez has estado en un bar, una fiesta o incluso en un restaurante.
¿Por qué las mujeres vamos juntas al baño en lugares públicos? Desde fuera puede parecer un simple hábito, algo trivial, pero yo lo veo como un ritual lleno de magia, estrategia y, por supuesto, humor.
Porque ir al baño acompañada no es solo una necesidad biológica, es todo un acontecimiento.
Y aquí vienen los recuerdos.
Primero está el famoso código no escrito de la hermandad femenina, ese pacto invisible que todas entendemos sin necesidad de explicarlo.
El baño no es solo un lugar para retocar el maquillaje, es un espacio seguro para compartir confidencias, debatir dilemas y, ¿por qué no?, juzgar si el chico de la mesa de enfrente realmente merece la pena.
A veces es como si ese pequeño refugio de cuatro paredes nos permitiera hacer una pausa en medio del bullicio del mundo exterior.
Es el momento perfecto para debatir decisiones importantes, como si ese chico con esa mirada intensa está realmente interesado.
O si esos tacones mortales que te has puesto realmente valen la pena para sobrevivir la noche.
Y luego está la pregunta esencial. ¿Te gusta mi peinado y mi conjunto? ¿Has visto mi nuevo bolso? Que, por supuesto, tiene que ser respondida por alguien cercano, tus amigas.
Es el momento de despejar dudas, buscar aliados y, a veces, simplemente reírnos de nosotras mismas.
¿Recuerdas cuando ibas al baño con tus amigas en aquel pub lleno de humo? Yo sí. El Tennessee. Ese garito donde allá al fondo había un montón de gente.
Donde todo olía a una mezcla de melocotón y algo que no sabría describir.
Pero que, curiosamente, siempre olía bien, porque cada vez que entrabas te soltaba un chorro de aire con aromas que se quedaban en tu pelo y ya no se iban.
El baño era un refugio. Era minúsculo, apenas cabíamos tres personas, pero siempre íbamos todas juntas.
Como si fuera una misión sagrada.
Esa época de los vaqueros Alton, yo tenía unos que me quedaban como un guante.
Recuerdo perfectamente el momento en el que, frente al espejo, me aseguraba de que el tanga no se marcara, porque, claro, esos detalles importaban.
Y siempre le preguntabas a tu amiga, oye, ¿se me marca aquí? Oye, ¿se me nota esto? Oye, ¿se me nota la braguita? Siempre eran los mismos comentarios.
Era también la época de los cubatas hervidos en vasos de tubo y que pagábamos a medias porque éramos unas crías y el dinero no daba para más.
Del humo en los bares, que te dejaba la ropa impregnada, y de Michael Jackson sonando una y otra vez con su thriller.
Ese ambiente cargado, caluroso, casi sofocante, que se disipaba un poco cuando la gente se movía.
Esa es la historia de los cubatas hervidas.
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