La suma de las partes - Carlos Ruiz 4i35

La luna deslumbrante asoma entre los árboles. La oscuridad de la noche lo inunda todo, y una atenua niebla comienza a aparecer. Adéntrate en el bosque, busca al árbol viejo, siéntate a su lado. Ponte cómodo, cierra los ojos y escucha la historia que traen hasta ti las criaturas de la noche. Bienvenidos. Estos son los cuentos del bosque oscuro. Si te gusta lo que hacemos, recuerda suscribirte.

Es totalmente gratuito y estarás al tanto de la aparición de nuevos audios. Y recuerda darle a me gusta antes de que acabe el audio, que no se te olvide. ¿Quién sabe qué horribles pesadillas nos aguardan después? La suma de las partes De Carlos Ruiz Bueno, ¿dónde están el bollo y el café que pedí hace media hora? Creía que al menos esa condición estaba clara.

Ustedes me traen un almuerzo decente y yo les canto lo que quieren escuchar. Además, es Navidad, ¡qué demonios! Esmérense un poco, si pueden. Yo sé que este mes cobran su paga extra y además les obsequian con una caja llena de jamón, turrones y botellas de vino. No les estoy pidiendo una copita de champán, no es eso, pero si abren el bollo por la mitad, meten un poco de queso y lo pasan por la plancha, es posible que les cante un poco más de lo que en principio pensaba hacer. De todas formas, dentro de otra media hora soltarán estas esposas y me dejarán marchar. No se alteren, lo tengo más que comprobado. Sólo estarán haciendo su trabajo, nada más. ¿Podrían subir un poco la calefacción? Cuando veo nevar por la ventana, mis empiezan a entumecerse.

Recapitulando, me han trincado por el asesinato de José García. Les ahorraré tiempo. Culpable, no lo voy a negar. Mi colega Danco y yo lo acribillamos hasta dejarlo como un colador.

Nuestro antiguo jefe tenía una especie de disputa con el jefe de García. Uno quería una cosa que era potestad del otro o algo así. Nunca lo llegamos a entender del todo, pero nos pagaba bien, por lo que no preguntamos. Ahora que lo sé, quizá no hubiera hecho algunas de las cosas que hice, pero qué importa ya, ¿no? En estas fechas se lavan nuestros pecados, ponemos el contador a cero a la espera de cometer algunos nuevos. Venga, rianse un poco.

Dentro de un rato se sentarán a la mesa con sus familias y yo vagabundearé por la noche helada.

Con el estómago vacío, según parece. Danco no era el compañero que hubiese querido que me asignasen. Al principio yo solo me ocupaba de la contabilidad de la empresa. No, no soy contable, me refiero a la contabilidad creativa, ya saben. No hace falta estudiar para eso. La verdad es que se vivía muy bien.

Abrigos largos hasta la rodilla, sobreros con una banda blanca y bufandas rojas. Cuando Danco empezó a recogerme en su Cadillac, llevaba el mismo uniforme. Ninguno volvió a llevar otro distinto nunca más. Conducíamos hasta el negocio que se retrasaba en el pago. Explicábamos pacientemente lo que había hecho.