
Descripción de Latidos - J. C. González 473u40
«Latidos» es un relato corto de horror rural escrito por J. C. González y publicado como parte de su antología «El olor de la carne y otros relatos», de 2024. El autor está fascinado por todo aquello que envuelve el final de la vida y la posibilidad de una existencia posterior en otro plano de realidad. Al mismo tiempo, quedó impresionado al conocer la existencia del llamado "sindrome de Cotard”, también llamado delirio de negación o delirio nihilista, una enfermedad mental relacionada con la hipocondría en la que el afectado cree estar muerto (tanto figurada como literalmente), estar sufriendo la putrefacción de los órganos o simplemente no existir. En algunos casos el paciente se cree incapaz de morir. A veces es referido en medios no especializados como el «síndrome del paciente zombi» o como el «síndrome del cadáver caminante» («the walking corpse syndrome») (fuente: Wikipedia). Este relato es fruto de algunas reflexiones acerca de este mal de la mente. ¿Quieres anunciarte en este podcast? Hazlo con advoices.com/podcast/ivoox/1131024 5j1l18
Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.
La luna deslumbrante asoma entre los árboles. La oscuridad de la noche lo inunda todo, y una tenue niebla comienza a aparecer. Adéntrate en el bosque. Busca al árbol viejo. Siéntate a su lado. Ponte cómodo. Cierra los ojos y escucha la historia que traen hasta ti las criaturas de la noche.
Bienvenidos. Estos son los cuentos del bosque oscuro.
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Un cerebro que no emite ningún impulso eléctrico que envíe señales al resto del cuerpo. Unos elementos sensoriales, como los ojos, la piel, etc., que no reaccionan a estímulos externos.
Todo ello son características de la muerte y son relativamente fáciles de observar.
Sin embargo, ¿qué hay de aquellas personas cuyo estado se determina como de muerte cerebral, aunque sus otras constantes vitales siguen con valores relativamente normales bajo una animación artificial? ¿O aquellas que caen en coma severo, de los que no se sabe si saldrán de él en una semana, un mes o veinte años? Casos muy variopintos, sin duda, que le hacen a uno reflexionar y cuestionarse lo que realmente nos identifica como seres plenamente vivos.
Pensamientos de este estilo venían a mí a todas horas durante una época, hace algunos años, en la que tuve que lidiar con la enfermedad de un amigo mío. Desde aquel fatídico día en que le vi por última vez, siempre me he culpado de no haber estado a la altura, de no haber sabido reaccionar ante su mal. Quizás suene algo cruel, pero he de decir que le echo de menos, y sin embargo, doy gracias al cielo por su pérdida.
Déjenme que les cuente su historia. Soy natural de un pueblecito de Huesca, baños de Panticosa, en pleno Pirineo Aragonés. Mi niñez fue como la de todos los niños del pueblo, que no eran muchos. Estudiamos allí en la escuela primaria y secundaria, pero los que quisimos cursar estudios universitarios, tuvimos que marchar al campus de Huesca de la Universidad de Zaragoza.
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