
El ratón estelar - Fredric Brown (Audio-relato) l3i63
Descripción de El ratón estelar - Fredric Brown (Audio-relato) 3jt5g
"The Star Mouse", de Fredric Brown es un relato corto de ciencia ficción publicado en 1942. La narrativa gira en torno a las peculiares aventuras de Mitkey, un ratón, quien es reclutado involuntariamente en una misión espacial por el profesor Oberburger, un excéntrico inventor humano. La historia ahonda en temas de innovación, relaciones y la exploración de lo desconocido, ilustrando tanto los aspectos extravagantes como los profundos de la conexión entre humanos y animales. 4n1330
Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.
El ratón estelar.
Frederick Brown.
El ratón Midgley todavía no se llamaba Midgley.
Era simplemente un ratón más, que vivía bajo el suelo de madera y tras las paredes de yeso de la casa del gran Herr Profesor Oberburger, que había trabajado en Vienna y Heidelberg, y que luego tuvo que convertirse en refugiado por culpa del exceso de iración de sus compatriotas más poderosos.
Un exceso de iración que no se refería al propio Herr Oberburger, sino a cierto gas, su producto de un combustible para cohetes que no funcionó, y que podría haber tenido mucho éxito para otra cosa.
Por supuesto, eso habría sido así si el profesor les hubiera dado la fórmula correcta.
Cosa que, bien, sea como sea, el profesor había conseguido ir y vivía en una casa en Connecticut.
Y Midgley también.
Un ratón pequeño y gris, y un hombre pequeño y gris.
No había nada extraordinario en ninguno de ellos.
En particular, no había nada extraordinario en Midgley.
Tenía una familia, le gustaba el queso y de existir clubes para ratones cilantropos, él sería socio.
El Herr Profesor, por supuesto, tenía sus pequeñas excentricidades.
Solterón empedernido, no tenía a nadie con quien hablar, excepto él mismo, pero se consideraba un conversador excelente y mantenía comunicación verbal constante consigo mismo mientras trabajaba.
Este hecho resultó importante más adelante, pues Midgley tenía un oído agudísimo y escuchaba aquellos oliloquios que se prolongaban durante toda la noche.
No los comprendía, naturalmente.
Si pensaba en ellos de alguna manera, se limitaba a creer que el profesor era un super ratón grande y ruidoso que chillaba demasiado.
Un da hora, se decía a sí mismo, a ver si este tubo de escape está correctamente calibrado.
Debería encajar con un margen de micras.
Ah, perfecto.
Un da hora, noche tras noche, día tras día, mes tras mes.
Aquella cosa brillante iba creciendo, y el brillo en los ojos de Herr Oberburger aumentaba al mismo ritmo.
La cosa medía unos 90 centímetros de largo, tenía unas extrañas hélices y descansaba sobre un soporte provisional encima de una mesa, en la habitación que servía al Herr Profesor para todo.
La casa que habitaba Nelly Midgley tenía cuatro habitaciones, pero el profesor parecía no haberlo descubierto aún.
Al principio planeó usar la habitación grande sólo como laboratorio, pero encontró que le resultaba más conveniente dormir en un camastro en el rincón, si es que dormía, y cocinar lo poco que comía en el mismo quemador de gas sobre el que fundía granos dorados de TNT para convertirlos en una peligrosa sopa que aderezaba con extraños condimentos, pero que no se comía.
Un da hora lo verterré en los tubos, un verrés y un tubo adyacente a otro hace explotar el segundo tubo cuando el primero está, aquella noche, Midgley casi decidió mudarse con su familia a una residencia más estable, que no se balanceara, se sacudiera y intentara dar volteretas sobre sus cimientos.
Pero no se mudó porque a fin de cuentas, había compensaciones.
Agujeros de ratón nuevos y ¡oh maravilla! Una gran grieta en la parte trasera del frigorífico donde el profesor guardaba, entre otras cosas, comida.
Por supuesto, los tubos eran del tamaño de capilares, o no habría quedado casa alrededor de los agujeros.
Y por supuesto, Midgley no podía imaginar qué iba a ocurrir, ni entender el inglés que hablaba el profesor, ni ningún otro, de hecho, o no se hubiera dejado tentar ni siquiera por una grieta en el refrigerador.
El profesor estaba eufórico aquella mañana.
Der Fuhl funciona.
Der segundo tubo no ha explotado.
Hunde el primero, por secciones, como esperaba.
Hunde es más potente.
Sobrará espacio para el compartimento, ah, sí, el compartimento.
Ahí es donde Midgley entró en la historia, aunque ni siquiera el profesor era todavía consciente de ello.
De hecho, el profesor ni siquiera sabía que Midgley existiera.
Hunde ahorra, le decía a su oyente favorito, solo es cuestión de combinar los tubos Der Fuhl para que funcionen en pares opuestos.
Hunde entonces, en ese momento, los ojos del Herr Profesor se posaron en Midgley por primera vez.
Mejor dicho, se posaron en unos bigotes grises y un hociquito negro y brillante que asomaba por un agujero en el suelo de malera.
Bueno, bueno.
Dijo.
¿Qué tenemos aquí? El ratón Midgley en persona.
Midgley, ¿qué te parecería ir de viaje la semana que viene? Ya veremos.
Por ese motivo, la vez siguiente que el profesor encargó provisiones a la ciudad, incluyó una ratonera en el pedido.
Pero no de las que matan, sino de las que llevan una jaula de alambre.
Y la ratonera, con su queso, solo llevaba instalada diez minutos cuando el sensible hociquito de Midgley olió el queso y el ratón siguió a su hocico hasta el cautiverio.
Pero no fue un cautiverio desagradable.
Midgley era un huésped bien agasajado.
La jaula reposaba sobre la mesa en la que el profesor llevaba a cabo la mayor parte de su trabajo, y metía queso entre los barrotes en cantidad suficiente para provocarle una indigestión al ratón.
Y el profesor ya no hablaba consigo mismo.
Verás, Midgley, iba a encargar un ratón blanco al laboratorio de Artford, pero porque iba a hacerlo, contigo aquí.
Estoy seguro de que estás más sano y eres más capaz de soportar un largo viaje que esos ratones de laboratorio.
¿No? Ah, veo que mueves los bigotes un de esos significa sí, ¿no? Un como estás acostumbrado a vivir en agujeros oscuros, ¿sufrirás menos de claustrofobia, no? Y Midgley engordaba, era feliz y se olvidó de intentar escapar de la jaula.
Me temo que también se olvidó de la familia que había abandonado, pero sabía, si es que sabía algo, que no necesitaba preocuparse con eso.
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